Las Divinas Palabras de Ernesto Medina. Hoy: Triste oro negro

Redacción COPE Jaén

Jaén - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Tristes están los tajos. Este hipérbaton -alteración del orden lógico de las palabras en el discurso- es la única licencia poética que me permitiré hoy. Porque no hay aceituna en los árboles. Tan escasa que en algunos olivares optan por tirarla al suelo, agruparla con sopladoras y en los badiles amontonarlas con las manos. Prefieren que en las almazaras la paguen al precio de un futuro aceite virgen antes que asumir el gasto de extender los lienzos sobre los ruedos para que sea aceituna al vuelo y por tanto virgen extra. Mera cuestión de rentabilidad cuando la cosecha es tan poco pródiga.

En años de bonanza después de que la vibradora hubiera tirado la mayor parte de la aceituna, los trabajadores en un afán doble de no dañar las ramas y de no dejar nada sin recoger vareaban con peines eléctricos las copas. Incluso los años buenos merecía la pena “ordeñarlas”, es decir, recolectar las rebeldes a mano, una a una, en una tercera pasada.

En las cooperativas no hay colas de remolques esperando su turno de pesada. Pocos kilos facilitan la agilidad del proceso. Dos años ya en que la ruina se cierne sobre la provincia. En muchos sitios para la Inmaculada estarán con la fiesta del remate si es que cabe el ánimo de celebrar algo. Sin embargo…

Al amanecer, camino de Mancha Real, observo a los inmigrantes negros que salen del albergue para temporeros. Son los mismos que a primera hora de la noche arrastran en dirección contraria una pequeña maleta de ruedas donde caben todas sus pertenencias tras haber comprobado que aquí no está el paraíso del que oyeron hablar cuando se lanzaron a la aventura en busca de trabajo y una vida mejor. Oyeron que en Jaén había oro negro y no era petróleo. Supusieron que la labor sería dura, pero que cobrarían un sueldo que se les antojaba millonario para el nivel de vida de su nación africana. Imaginaron que en ese país mítico que pintaban pleno de abundancia hacía calor como en sus pueblos de nacimiento. Andalucía, España, Jaén eran para sus oídos regiones míticas que pregonaban riqueza y esperanza. Nadie les dijo que los paraísos ni existen ni existieron nunca. Tampoco les explicaron que si no llueve la tristeza se deja caer por las lomas de olivos ni plateados ni puñetas, sólo mustios.

Los tajos están tristes. Grises, que no negros. Muy tristes.

Palabras, divinas palabras