Las Divinas Palabras de Ernesto Medina. Hoy: Almacenes Antón

Redacción COPE Jaén

Jaén - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Los Antón eran amigos de mi familia materna, los Rincón. Además de la similitud fonética de los apellidos, vivían muy cerca. Mi abuelo Antonio tenía el bar Cortijo en la calle Nueva, mientras que Almacenes Antón estaba en la Plaza Las Palmeras, esquina Virgen de la Capilla.

Era el lugar donde mi madre nos llevaba en invierno para proveernos de zapatillas de paño para andar por casa, aunque mis hermanos y yo teníamos una actitud rebelde frente a la felpa. Quizá nos parecía una muestra de debilidad o a lo mejor tan sólo era una estupidez infantil. En verano la compra era para las playeras. También conocidas como bambas o tenis. Blancas o azul marino. De lona. No habían llegado los avances de los materiales sintéticos y las de piel eran muy caras. Sólo los pijos se compraban unas "Paredes". También nos procuraba mi madre para la terraza veraniega unas sandalias de plástico, cangrejeras, que aborrecíamos por catetas. Todavía faltaban años para la moda de las chanclas de dedo.

Cuando entrabas a Antón olía, en el mejor de los sentidos, a tienda vieja, honesta, de trabajadores. Mi memoria me acerca a un mostrador largo, paralelo a la entrada y un gran patio cubierto, iluminado por una tenue luz natural, que servía de almacén para alpargatas, sombreros de paja, sogas de cáñamo y botas duras para la recogida de la aceituna.

Mi madre aprovechaba para ilustrarnos, "cuando a los jornaleros les pagaban el jornal, venían a cambiar las alpargatas de esparto. Las tenían destrozadas. Allí mismo se ponían las nuevas. Las viejas formaban un montón en la parte de atrás de la tienda”. “Olería mal, mamá.”. Mi madre sonreía porque sabía que algún día comprenderíamos. Con aquellas historias entendí qué había supuesto la posguerra e intuí la justicia social. Una parte de mi infancia, la de los chilancos y los partidos de fútbol en Los Campillos, quebró cuando cerraron Antón.

Ese local señero de Jaén y su historia debería haberse convertido en un café para la eternidad giennense con salón central bajo la claraboya y columnas corintias de hierro fundido. Los martes, camino de estos estudios de COPE Jaén, observo gente trabajando para abrir otro negocio. Hoy he visto el cartel. Una hamburguesería de una franquicia yanqui. Plástico en lugar de madera y barras y estrellas donde debería haber olivos. Quizá la modernidad y la globalización sea esto. Pues me cago yo en ambas y en toda su descendencia.

Palabras, divinas palabras