Nerea Guarch, paciente recién trasplantada tras 14 años de diálisis: "Ya había perdido la esperanza, me acostaba todas las noches llorando"
La isleña Nerea Guarch, trasplantada de riñón tras más de una década en diálisis, relata su experiencia vital entre el miedo, la esperanza y una nueva oportunidad para vivir.
Huelva - Publicado el
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La historia de Nerea Guarch, vecina de Isla Cristina, es un ejemplo de resistencia y gratitud. Recientemente trasplantada de riñón, Nerea ha pasado los últimos 14 años de su vida dependiendo de una máquina de diálisis. “Me trasplantaron el 23 de abril, hace poco más de un mes”, cuenta. Aunque reconoce sentirse feliz por el trasplante, también confiesa que el proceso de asimilación está siendo complejo: “Estoy contenta, pero me está costando aceptarlo. Me he acostumbrado a vivir malamente y ahora tengo miedo de volver atrás”.
A sus 35 años, Nerea lleva conviviendo con la enfermedad desde los 16. Tras el nacimiento de su primer hijo, con apenas 20 años, comenzó su tratamiento con diálisis peritoneal, aunque este no resultó eficaz. Fue entonces cuando inició la hemodiálisis, un proceso que marcaría su día a día durante una década. “Iba al hospital en Huelva los martes, jueves y sábados. Me recogía una ambulancia a las siete de la mañana y volvía a casa a las tres o cuatro de la tarde, agotada”, recuerda. Describe esa etapa como una experiencia “horrorosa” que le impedía cualquier tipo de vida laboral o personal.
Durante este tiempo, Nerea fue madre por segunda vez. Sin embargo, el embarazo coincidió con su tratamiento de diálisis, lo que supuso un desafío mayor: “Me dializaba todos los días, de lunes a domingo, cinco horas al día. El niño nació prematuro, con solo 600 gramos, por un desprendimiento de placenta durante la diálisis”. A pesar de las dificultades, ambos niños están hoy sanos y hacen vida normal, algo que ella valora enormemente, gracias también al apoyo constante de su pareja.
La enfermedad que desencadenó todo fue un síndrome hemolítico urémico atípico, acompañado de un síndrome antifosfolípido primario. Ambas condiciones atacaron directamente a sus riñones, dejándola en una situación médica crítica durante años. Además, su perfil inmunológico la convertía en una paciente hiperinmunizada, lo que dificultaba encontrar un donante compatible. “Ya había perdido la esperanza de que me fueran a trasplantar. Me acostaba llorando cada noche”, confiesa.
El momento en que recibió la esperada llamada fue un giro inesperado en su vida. “Estaba en la cocina, iba a hacer macarrones con carne. Sonó el teléfono y me dijeron que había un posible trasplante para mí”. Aunque intentó no hacerse ilusiones —ya había vivido otras llamadas que terminaron en decepción—, esta vez el órgano era compatible y todo salió bien. “No me lo creía, y aún hoy, mientras hablo contigo, me cuesta creerlo”, admite emocionada.
El postoperatorio no ha estado exento de dificultades. Está en tratamiento con altas dosis de inmunosupresores, lo que le provoca altibajos emocionales: “Hay días que estoy mejor, otros peor. Físicamente estoy bien, pero la mente a veces me traiciona”. Aun así, los médicos valoran su evolución como un éxito, ya que no ha necesitado diálisis tras la operación y el riñón se mantiene estable.
Nerea cierra su testimonio con un mensaje de gratitud: “Quiero dar las gracias a esa persona que, en vida, decidió donar sus órganos. Gracias a ella, yo puedo seguir viviendo”. Su historia pone rostro a los miles de pacientes que esperan una segunda oportunidad y destaca la importancia vital de la donación de órganos.