"La mar tiene que tener cosas bonitas": el isleño Abel Zamudio se forma como marinero sin dejar su empleo actual
Abel Zamudio participa en el curso de marinero pescador del IFAPA en Isla Cristina, con el objetivo de acercarse a un oficio tradicional que forma parte de la historia de su familia.
Huelva - Publicado el
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El curso de marinero pescador, impartido recientemente por el IFAPA en Isla Cristina dentro del programa Erazis, ha despertado el interés de muchos jóvenes y no tan jóvenes de la localidad. Uno de los alumnos es Abel Zamudio, isleño de nacimiento, que ha decidido dar este paso animado por sus raíces familiares: “Mi padre es marinero, mi abuelo también tenía barco y me gustaría vivir la experiencia de salir a la mar”, comenta.
Zamudio no busca un cambio inmediato de vida. Actualmente trabaja en una empresa de glamping, donde monta y desmonta tiendas de campaña y se encarga también de tareas de recepción. Sin embargo, explica que al ver la oportunidad de hacer el curso en su propio municipio, no lo dudó: “Yo tengo mi trabajo, pero vi la oportunidad de hacerlo aquí en Isla Cristina y dije, pues lo hago”.
Uno de los motivos que también lo impulsan es su entorno cercano: su suegro tiene un barco y le ha propuesto embarcarse con él en alguna ocasión, para lo cual es necesario tener el “folio”, nombre con el que se conoce popularmente en los pueblos marineros de la provincia de Huelva al permiso que permite embarcarse legalmente. “El curso que hemos hecho es de marinero pescador, y para obtener el folio también tienes que sacarte el básico, que es otro curso”, explica.
Durante la formación, los alumnos aprenden sobre las partes del barco, las distintas técnicas de pesca, las luces de navegación y su significado, así como normas de seguridad esenciales. “Nos enseñan los EPIs, tanto los de protección personal como los de protección común. La verdad es que el curso estuvo muy completo para ser de una semana”, señala, destacando además el conocimiento del profesor, con experiencia directa en el mar.
Aunque aún no ha tenido la oportunidad de embarcarse, asegura que no tiene miedo. “No sé si me va a gustar más que mi trabajo actual, pero me gustaría verlo. La mar tiene que tener sus cosas bonitas. Por ejemplo, estar en mitad del mar por la noche, sin contaminación lumínica, y ver bien las estrellas”, dice con un toque de romanticismo. Aclara, sin embargo, que no sabe si acabará haciendo del mar su oficio: “Sé que va a haber cosas que me van a nutrir y que me van a gustar seguro”.
el folio o permiso para embarcarse
Aún tiene pendiente completar la parte básica del curso para obtener el folio y poder embarcarse, algo que intentará hacer cuando termine su temporada laboral, entre octubre y noviembre. Reconoce que no es fácil compaginarlo con su empleo actual, pero tampoco tiene prisa.
El curso ha reunido a personas de edades muy diversas: “Había desde chavales de 16 hasta personas de más de 50 años. No había una edad exacta”, comenta. También destaca la diversidad geográfica, con alumnos procedentes de otras localidades cercanas como Lepe, incluidos tres jóvenes de origen senegalés.
Para Zamudio, este tipo de formación representa una oportunidad de reconexión con sus raíces, una posibilidad de experimentar un modo de vida que ha formado parte de su historia familiar y que, pese a su dureza, sigue despertando vocaciones: “El frío de la noche y estar mojado todo el tiempo… para eso no hay romance”, concluye con una sonrisa.