Parece que fue ayer y ya pasaron dos décadas del “aterrizaje” de José Antonio Murado en el Motril CF. El conjunto blanquiazul andaba entonces en Segunda División B y el conocido empresario granadino se propuso ponerlo, como poco, en la división de plata en breve espacio de tiempo. Eso sí, su llegada, auspiciada por el alcalde Luis Rubiales, se demoró en demasía y la temporada 2000/01 se asumió como de transición. El equipo empezó bien y se instaló en la zona templada de la tabla.

A mediados de temporada, nada hacía pensar el agónico final de liga que le esperaba para mantener la categoría. Tanto, que a falta de dos jornadas la palabra salvación suena a utopía. El Motril, dirigido por Miguel Novo, lleva dos meses sin ganar un partido y tiene como futuro inminente la visita al Nuevo Los Cármenes. Su destino está en manos de terceros. Debe ganar los dos partidos que le quedan y esperar una rocambolesca conjunción de resultados. Los blanquiazules ganan 1-2 al Granada y esa misma jornada el desahuciado Don Benito, que apenas había ganado un par de partidos en toda la temporada, derrotó al Linares, máximo rival del conjunto motrileño en la lucha por el descenso directo.

En la última jornada el Motril depende de sí mismo para evitar ese descenso directo, necesitaba ganar al San Fernando, aunque tenía difícil eludir la promoción. Los de Miguel Novo hicieron sus deberes al lograr el triunfo con un gol de Santaella en el minuto 77 de partido. El premio extra, la salvación absoluta, vino desde Algeciras, donde el equipo local no pudo superar al Dos Hermanas y se veía abocado a la engorrosa promoción. La tarde de éxtasis que se vivió en el Escribano Castilla fue de época. La imagen en la boca del túnel de vestuarios lo dice todo, en la misma, de izquierda a derecha, Enrique Moruno, Murado hijo, José Antonio Murado, el capitán Alberto Martínez y José Diego Artero encargado del fútbol base. El proyecto de Murado podía seguir su curso previsto.