La historia de Miriam, trasplantada de pulmón a los 40 años: “Gracias a un regalo anónimo, respiro”

A sus 40 años, Miriam se recupera de un trasplante bipulmonar. Hemos hablado con ella desde la Unidad de Rehabilitación del Hospital Reina Sofía de Córdoba

Fran Durán

Córdoba - Publicado el

3 min lectura

En plena Semana del Donante, Miriam Cruces baja puntual, cada mañana a las diez, a su sesión de fisioterapia respiratoria en el Hospital Reina Sofía de Córdoba. Comparte espacio con otros pacientes que, como ella, saben lo que es mirar de frente a la enfermedad y a la vida desde otro lugar. A sus 40 años, Miriam se recupera de un trasplante bipulmonar. Está ingresada, en plena rehabilitación, y aunque aún queda camino por recorrer, siente que empieza a ver la luz.

Miriam nunca estuvo preparada para nada de esto. A los 36 años le diagnosticaron fibrosis pulmonar. No fumaba, era una mujer activa, sana, con dos hijas pequeñas y una vida completamente normal. “Me dijeron que mis pulmones se estaban secando”, recuerda. Y aunque suene imposible, no hubo una causa clara, ningún desencadenante aparente. “No había estado en contacto con materiales tóxicos ni con nada que justificara un daño tan brutal en mis pulmones. Fue muy difícil de aceptar”.

Miriam Cruces en la Unidad de Rehabilitación

Antes de tener nombre, su cuerpo ya le mandaba señales. Subir una cuesta, caminar al colegio de sus hijas, cualquier tarea cotidiana empezó a volverse cuesta arriba. “Me faltaba el aire. Notaba que mi cuerpo ya no respondía”. Pero lo más duro llegó después: asumir que su vida iba a depender de una máquina de oxígeno y que, sin un trasplante, no tendría futuro.

“Era muy joven para estar así”, dice sin rodeos. “No estaba preparada para recibir ese diagnóstico, ni mucho menos para que me dijeran que necesitaba un trasplante. Esas cosas crees que les pasan a otros, a personas mayores, no a ti”. Aun así, lo aceptó con la entereza que da saber que no hay otra opción. En casa, su marido y sus dos hijas, Mirian de 12 y Daniela de 14 años, han sido el pilar. “Hablamos con ellas desde el principio, queríamos que toda la información les llegara desde dentro, que entendieran lo que estaba pasando sin tener que escucharlo fuera. Con naturalidad, pero con verdad”.

Ahora, tras la operación, le cuesta todavía poner en palabras todo lo que ha vivido. Cada paso, cada pequeña mejora en rehabilitación, es un logro. “Ha sido muy duro todo, el diagnóstico, el día a día con oxígeno, el ingreso, la espera, la operación, pero poco a poco estoy viendo la luz. Siento que tengo una nueva oportunidad y también una gran responsabilidad”.

Miriam no olvida, ni un solo día, que respira gracias a una persona que decidió ser donante. “No sé quién fue, pero le debo la vida. Le debo todo. Siento la necesidad de devolver ese favor, de estar a la altura del regalo que me han hecho”. Por eso ha dado un paso más: ha creado una cuenta en Instagram llamada "Vivir sin Aire", donde comparte su historia, sus avances y su mensaje sobre la importancia de la donación. “Quiero que mi experiencia sirva para algo más. Que la gente entienda lo que supone donar”.

Y desde ese perfil, desde el hospital, desde ese día a día, compartido con otros pacientes que también aprenden a respirar de nuevo, levanta la voz para recordarnos la importancia de la donación. “En este país aún no estamos preparados para hablar claramente de la donación. Es un tema que se evita, que da miedo, pero deberíamos practicarlo más. Deberíamos hacernos donantes. Es el gesto más generoso que puede hacer una persona”, afirma. Ella ya lo ha hablado con sus hijas. Aunque son pequeñas, dice, son plenamente conscientes del regalo que ha recibido su madre.

Con la vista puesta en el alta, sabe que le queda poco tiempo en rehabilitación. Tiene ganas de volver a su casa, de recuperar su rutina, de hacer la comida, recoger a las niñas del cole, respirar sin ayuda. “Me enfrento a una vida nueva, distinta, con muchos cuidados, pero también con muchas ganas. Estoy viva. Estoy aquí. Eso lo cambia todo”.

Su historia, en medio de esta Semana del Donante, nos recuerda que detrás de cada trasplante hay una cadena silenciosa de generosidad, ciencia y esperanza. Que un gesto puede salvar una vida. Y que, a veces, lo más difícil no es perder el aliento, sino aprender a recuperarlo.

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