El legado de Ricardo y Manuela florece con su nieto Rafael, en Guzmanas 4

Ahora, en 2025, el patio vuelve a abrirse al público gracias a una propuesta que, tiempo atrás, Rafael le hizo a su abuela: “¿Y si lo abrimos de nuevo?”

Fran Durán

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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Hay patios que se cuidan con las manos. Otros, con el corazón. El de la calle Guzmanas, encuadrado en la categoría D (de 41 a 61 metros cuadrados), es de esos que tienen memoria: la que guarda cada maceta, cada rincón con sombra, cada escalón por el que aún parece caminar despacio don Ricardo, el abuelo de Rafael Ruso Villar.

Él fue quien, junto a su esposa Manuela Lorente Gómez, mantuvo con mimo este espacio que ha sido ejemplo de arquitectura moderna en el certamen de patios de Córdoba. Lo fue hasta 2016, cuando los achaques de la edad —Ricardo tenía entonces 85 años y Manuela 83— les obligaron a dejar de participar en el Concurso Municipal. Lo hicieron con nostalgia, pero también con la satisfacción de haber visto reconocido su esfuerzo con premios y menciones: Primer premio en 2011, accésits en 2007 y 2009, una mención especial en 2006 y un premio singular en 2015.

Guzmanas 4

Ahora, en 2025, el patio vuelve a abrirse al público gracias a una propuesta que, tiempo atrás, Rafael le hizo a su abuela: “¿Y si lo abrimos de nuevo?” La respuesta no tardó. Y tampoco la ilusión. Manuela, desde la galería de madera y ladrillo que asoma al patio, sonríe cuando recuerda aquel momento. “Me dio una alegría muy grande. Y yo lo ayudo, le doy mis consejillos”, comenta mientras observa cómo los visitantes entran y se detienen en cada detalle, especialmente en la escalera y el rincón de la fuente, rodeado de hortensias.

Pero esta reapertura tiene una razón más profunda. En febrero de este año, el frío se llevó a Ricardo, que había alcanzado los 93 años. Su pérdida fue un golpe duro para toda la familia, pero también una semilla que ha germinado con fuerza. “Él estaba emocionado solo de pensar que volveríamos a abrir. Por eso, esto va por él”, dice Rafael. Y por eso, cada rincón del patio parece tener ahora un matiz diferente, más íntimo, más vivido.

Guzmanas, 4

A la tarea de volver a ponerlo todo a punto se han sumado manos jóvenes y veteranas. Manuela no se pierde un detalle, su hija ayuda en lo que puede y Rafael ha asumido con orgullo el relevo. “Ha sido una paliza, porque aunque algunas plantas han resistido bien estos años, otras han necesitado mucho trabajo. Pero ha merecido la pena”, afirma.

Entre las plantas hay una que siempre llama la atención: un callistemón, también conocido como «flor del cepillo para desatascar tuberías». Rafael se ríe cada vez que lo nombra. “Es que es tal cual. No puede tener un nombre más descriptivo”.

Y correteando entre las macetas, un pequeño de tres años que simboliza el futuro: Alejandro, el bisnieto de Ricardo. “La cuarta generación de ’patiero’”, dice orgulloso su padre.

Este año, Montaño no es solo un patio más en el concurso. Es el testimonio de una familia que ha sabido unir generaciones en torno a una tradición que huele a albahaca, a maceta recién regada, a historias que se cuentan bajo una galería con sombra. Es, sobre todo, un homenaje vivo a quien ya no está, pero sigue presente en cada flor, en cada visitante que sonríe y en cada consejo que Manuela le susurra a su nieto.

“Esto es como tenerlo a él aquí otra vez”, concluye Rafael. Y en el silencio del patio, entre el murmullo del agua y los pasos de los curiosos, parece escucharse una respuesta: la de Ricardo, que desde algún lugar, seguro, está orgulloso de ver su patio vivo una vez más.

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