Estos son los instrumentos musicales representados en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba
El uso de otros instrumentos no fue una innovación del Concilio Vaticano II, sino que era común en las iglesias y, especialmente en las catedrales durante los siglos pasados
Estos son los instrumentos musicales representados en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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A nadie se le oculta la importancia que la música acompañada por instrumentos tiene en la liturgia católica. Es en realidad una herencia de la tradición judía, pues la expresión que utilizan los salmos para referirse al término “cantar” hace referencia a un canto acompañado de instrumentos, probablemente de cuerda. En efecto, la Biblia tradujo la palabra hebrea zamir por psallein, que en griego significa “puntear”, es decir, hacía referencia al sonido de los instrumentos de cuerda, fuera el arpa o la cítara. De su uso hay constancia en los mismos salmos (sal 92 y 71), lo que indica que estos, aun constituyendo un canto vocal, se entonaban acompañados de dichos instrumentos musicales.
El cristianismo, evidentemente, heredó esta tradición, aunque, como en otros aspectos, fue asumiendo también elementos propios de la cultura en la que se desarrollaba. Oriente tomó el camino de la música puramente vocal, y Occidente adoptó otras formas musicales, como el gregoriano y la polifonía (el papa san Gregorio Magno, en el siglo VII fue el gran compilador de la música litúrgica, creador de la schola cantorum y divulgador del “canto gregoriano”).
La voz se mantuvo, pues, como el principal instrumento de la música litúrgica. Pero, a partir de la primera mitad del siglo XI, comenzó a normalizarse el uso del órgano en la liturgia. Una vez incorporado, el órgano se ha ido convirtiendo en el instrumento por excelencia para acompañar el canto litúrgico. En la primera mitad del siglo XI el órgano ya era considerado como un objeto litúrgico más, pero su carácter sacro resultó definitivamente sancionado por Santo Tomás de Aquino, cuando en su comentario al salmo 32 afirme que, a través de su sonido, «el afecto del hombre es arrebatado a lo celestial». Esta afirmación será retomada en la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, en el Concilio Vaticano II: «Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales.» .
No obstante, desde entonces, se ha generalizado también el uso de otros instrumentos musicales. En efecto, el documento Musicam Sacram de la Sagrada Congregación de Ritos (1967) afirma que «Los instrumentos musicales pueden ser de gran utilidad en las celebraciones sagradas, ya acompañen el canto, ya intervengan solos. El empleo de instrumentos en el acompañamiento de los cantos puede ser bueno para sostener las voces, facilitar la participación y hacer más profunda la unidad de la asamblea.» .
El problema surge cuando aparece la discusión sobre qué instrumentos se pueden utilizar y qué instrumentos no son aptos para el acompañamiento del canto litúrgico. Ya sabemos que en nuestra tierra se ha generalizado el uso de la guitarra en las misas, un instrumento muy apreciado en nuestra cultura, que es fácil de aprender, -al menos para acompañar con acordes, porque tocarla verdaderamente bien es otra cosa…-, pero que no siempre cuenta con defensores.
Pero la presencia de diversos instrumentos musicales en la liturgia ha dejado huella también en nuestra Catedral. Además de los dos grandes órganos del Coro –de la Epístola y del Evangelio, con sus tubos de rostro humano-, del más pequeño del Sagrario y de ese descomunal instrumento musical -55 metros de altura- que es el campanario, la Catedral muestra distintos instrumentos musicales, reflejo de la historia y la tradición cristiana en nuestro templo mayor desde su consagración como iglesia cristiana el 29 de junio de 1236 –en la que, como era preceptivo, se cantó el Te Deum-.
Comenzando por las arpas de 10 cuerdas con las que se acompañan las diversas imágenes del rey David –como la del trasaltar-, a los variados instrumentos de viento y cuerda –incluso unos pequeños órganos de mano- que portan los ángeles de las yeserías de las bóvedas del presbiterio y el coro. Son también muy singulares algunos relieves de la imponente sillería del coro, donde personajes reales o imaginarios portan y tocan diversos instrumentos. Entre ellos, junto a los dos relojes que cierran la sillería cerca de la reja dorada, aparecen sendos músicos de buen tamaño, aunque menor del natural, que tocan respectivamente una viola da gamba y un fagot –o un bajón-.
Todo ello nos informa de que el uso de otros instrumentos, además del órgano, no fue una innovación del Concilio Vaticano II, sino que era común en las iglesias y, especialmente en las catedrales durante los siglos pasados. En efecto, desde el siglo XVI se crearon capillas musicales en las catedrales, compuestas por ministriles que interpretaban instrumentos de viento –chirimía, sacabuche, corneta y bajón- o, a veces, de cuerda. Este dato nos permite recordar el papel primordial que, desde la Reconquista, tuvo la Catedral en el ambiente musical cordobés.
En ella se interpretaba habitualmente música, a cargo de organistas, ministriles, otros músicos –como Juan Pompeyo, violinista y pintor del que se conservan varias obras en el templo-, cantores y mozos de coro, con el fin de conferir mayor esplendor al culto divino. Además, numerosos fueron los maestros de Capilla que enriquecieron con sus composiciones el acervo musical de nuestra ciudad.
También las parroquias, que ya tenían un organista en nómina, contrataban a ministriles en las festividades más importantes, como el Corpus Christi, con el fin de solemnizar de ese modo los cultos.
Pero no hablamos solo del pasado. La música en la Catedral sigue siendo una realidad viva. A la presencia del chantre-maestro de capilla, encargado de dirigir y orientar la música que se interpreta en el templo, se unen los organistas y la magnífica orquesta y coro de la Catedral. Felizmente, todos los días, ahora como en el pasado, la música sigue estando presente en la Catedral, en una tradición que se cuenta ya por siglos.