«El hogar eterno» es, no de, Dirty Works - Libros a pie de calle

«El hogar eterno» es, no de, Dirty Works

No voy a contar de qué va «El hogar eterno», pero el que quiera leer una sinopsis puede pinchar en el hipervínculo que adorna el título del libro en esta primera frase. Esta vez me he propuesto hacer un juego para no caer en la rutina de siempre. Leer un libro, escribir un resumen, con una correcta ortografía, y contar lo mucho que me ha gustado. Porque «El hogar eterno» me ha inspirado mucho más que eso. He descubierto una literatura que no había leído nunca, al menos que yo recuerde, y que ya sé dónde seguir buscando, en Dirty Works. No es la primera vez que una editorial me lleva a otra, pero últimamente hay casualidades que asustan. De la misma forma que Underwood me llevó a La Navaja Suiza, meses después, me puso delante Dirty Works.

Un me gusta en twitter y de repente descubres otra firma independiente que está a punto de lanzar un nuevo libro. Preventa, desembolso y esperas pacientemente a que el cartero de correos llame a tu puerta y te entregue tu ejemplar, tu lámina y tu regalo sorpresa. Pues llamó. Dos veces a falta de una, mientras yo estaba metida en un parque, llenándome los pies de arena y corriendo detrás de mi perro para traérmelo de vuelta a casa. ¡Joder! Abro el buzón y ahí está el aviso. Ahora tengo que esperar hasta el día siguiente para poder ir a recoger el paquete que estará paseando por tu barrio, entrando y saliendo de portales, dentro del carrito del funcionario.

Cuando por fin lo tienes en tus manos resulta que toca esperar un poco más. Te estás leyendo el libro de tu siguiente reseña, comentario o lo que considere que hago la gente que me lea. Pasan otros tres días y pones a Irmgard Keun un escalón por debajo en la pila porque necesitas saber de qué va este Gay. Y va de que te empiezas el libro un domingo yendo a currar y el jueves por la mañana estás desayunado las últimas páginas acompañadas de un café. Ahí estás en el autobús pasando hojas y cada vez que te miras en el reflejo del cristal te parece que llevas puesto un stetson. Porque estos sureños te meten muy dentro de la historia. Bosques, cabañas de madera, cuchillos con empuñaduras adornadas, hamacas y balancines, tabaco de liar y whisky y capullos machistas. Suenan en tu cabeza Johnny Cash, Kris Kristofferson o Gram Parsons. Gente de por ahí, Tenesse, California…


«El anciano emergió del estado de duermevela que habitaba a tiempo de ver el haz de luz que recorría el descolorido papel pintado, se incorporó en la cama y permaneció apoyado sobre los codos hasta que el haz de luz se desvaneció, la pared volvió a sumirse en la oscuridad y enseguida pudo recobrar la visibilidad a la luz de la luna. Por un instante pensó que el coche se dirigía a su casa, por un momento el pasado y el presente se fusionaron y fue incapaz de distinguir el sueño de la realidad. Los viejos días de crisis en mitad de la noche, la llamada a la puerta, la luz en la ventana. Luego reconoció el rugido ronco y profundo del silenciador del Packard y volvió a tumbarse oyendo cómo se perdía en la distancia»


«El hogar eterno» ha sido una visita inesperada al cine, o más que eso. Porque las descripciones de Gay además de recrear los escenarios en tu mente transmiten sensaciones, olores, sonidos y estados de ánimo que nunca has vivido pero que no te cuesta imaginar. Pero no solo recrean, ¡inspiran! Hacía tres meses que me había condenado con la decisión de presentarme a un concurso de relato y en todo ese tiempo no había sido capaz de escribir más de 800 palabras de una historia que perdía aceite y tenía párrafos inconexos. Leí la última palabra de «El hogar eterno», me senté en el escritorio, encendí el ordenador y conseguí terminar, a medias, una mierda con sentido. Necesitaba compartir mi euforia con alguien. Así que llamé a mi hermana.

Tomando una cervecita con ella en la Plaza de Cascorro le relaté con gran entusiasmo que había sido gracias a esa novela que había conseguido al menos terminar mi historia, a falta de unos cuantos, numerosos, arreglos. Aquellas descripciones que nunca había leído. ¡Los escritores sureños! Me dijo mi hermana. Y yo me enfadé por haberlos tenido tan cerca y tan lejos al mismo tiempo como fan que soy de sus bandas sonoras. Pero me sentí genial, porque no me había equivocado en mis percepciones.

Había disfrutado esa lectura de una forma que hacía mucho tiempo que no hacía. Además, estaba especialmente feliz porque Dirty Works no es una de esas que te destripan la historia en un resumen de quince líneas. Te da un lienzo en blanco en el que solo hay unas pequeñas pinceladas en una esquina que se completan a medida que avanzas en el libro. Pero mi felicidad era plena porque William Gay mantiene el misterio hasta la mismísima última palabra de la narración. No sobra una coma, no sobra un adjetivo, no sobra un nombre, no sobra un personaje, no sobra absolutamente nada.


«Olió el cuchillo.
– ¿Por qué has hecho eso?
Winer se sonrojó.
– No lo sé. Siempre llevaba una bolsa de tabaco en el bolsillo donde metía el cuchillo. Y siempre había tabaco de marcar desmenuzado entre la hoja y la empuñadura, siempre olía a la mezcla Red Ox.
– Ya me acuerdo de dónde lo encontré. Llevo años sin pensarlo. Fue a dos o tres cañadas de vuestra propiedad. Había como una especie de bosque de cedros donde supongo que tu padre iba a cortar postes para la valla. El cuchillo estaba en un bancal junto a un arroyo a la entrada de la cañada. Pero como te acabo de decir fue hace diez o doce años y cualquier olor a tabaco que pudiera tener hace tiempo que habrá desaparecido»


Y aquí estoy, todavía en pijama a la una del mediodía, mientras suena en el tocadiscos mi descubrimiento de este fin de semana «Eyes like the sky» que no puede pegar más con el tema, escribiendo estas chorradas en vez de hacerme la comida y prepararme para ir a trabajar. Cuidado porque creo que una vez que te adentras en este universo de la literatura sureña, accesible gracias a Javier Lucini y Nacho Reig (editores de Dirty Works), no podrás escapar de él. Y por eso no se me ocurre mejor título para entrar en ese mundo editorial que «El hogar eterno», porque es donde te vas a quedar. Otra casualidad.


Cubierta El hogar eterno
 

Título: El hogar eterno

Autor: William Gay

Editorial: Dirty Works

Fecha de edición: Marzo 2019

Precio: 26 €
 

¡A leer!

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1 thought on “«El hogar eterno» es, no de, Dirty Works”

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