Con Jokic todo es posible - Con Basket si hay paraíso

Con Jokic todo es posible

Si hoy existiera Yugoslavia sería un espectáculo sin igual en varios deportes, por ejemplo en baloncesto. Los dos valores europeos del momento en la NBA entre otros muchos talentos, los dos jugadores de moda, aunque uno de ellos ya esté fuera de los playoffs, son Nikola Jokic y Luka Doncic. Dos jugadores talentosos que parecen jugar sin esfuerzo alguno, con el don de los elegidos.
Saben que son buenos, saben que pueden ser mejores, con perfiles seguramente distintos.
Bajo esa aparente capa de pasotismo, el pívot de los Denver Nuggets se ha convertido posiblemente en el mejor pívot de la mejor liga del mundo. Porque todo es posible con Jokic desde la cabecera de la pintura, allá donde se ingenian los planes, allá donde se trazan trayectorias imaginarias y movimientos que están por suceder.
Jokic piensa y eso siempre es un problema para el equipo contrario, tanto para asistir dentro, para doblar, para tirar tras recibir o tras bote. Una especie de grandullón con aspecto bonachón y sin líneas marcadas en su cuerpo, pero que se ha preparado bien para la burbuja de Orlando y que obviamente ha aligerado lastre.
Moviéndose con aparente lentitud que no torpeza, el jugador franquicia del equipo de Colorado asombra al mundo una vez más, esta vez en la semifinal de la Conferencia Oeste, que ha logrado forzar hasta el séptimo encuentro ante los imprevisibles Clippers.
Del otro chaval pocas cosas que añadir, el esloveno del Real Madrid, Luka Doncic, ha maravillado al mundo en su primer playoff NBA, como lleva haciendo desde que se le conoce con un balón de baloncesto en las manos. Siempre hay un más allá que Doncic alcanza no por ventura sino por talento, por capacidad de aprendizaje especialmente. Doncic ha pulverizado registros de precocidad en la NBA, y como Jokic, lo ha hecho sin aparente esfuerzo.
De ese don natural para el deporte se tienen noticias cuando estos chicos se enfrentan a sus primeros retos en las pistas, no cuando se les ve.
Centrémonos en el caso del pívot. Circula una imagen suya de chaval que recuerda a ese compañero que todos hemos tenido al que por desgracia se conocía como «el gordito». La imagen de niño del actual mejor pívot de la NBA es el mejor testimonio que nos ha proporcionado el deporte de la canasta desde Marc Gasol de lo que el talento, el trabajo y la voluntad pueden conseguir. Pero sobre todo nos ha enmendado la mente y los prejuicios un poquito para que nunca, nunca, nunca más a alguien se le ocurra descartar a un niño por un físico supuestamente poco propicio para el deporte.
Esto es aplicable a cualquier otro orden de la vida, pero si hablamos de deporte, cuántas veces habrán oído hablar (o habrán experimentado) de casos de chicos que no fueron queridos por tal entrenador o tal club, porque no se ajustaba a los parámetros que en ese momento deciden que son los adecuados para dar una oportunidad a un chaval.
Por esos parámetros Messi nunca hubiera sido aceptado en el Barcelona, ocurrió sin embargo que era demasiado bueno como para dejar de mirarle y darle la oportunidad. Si uno ve la foto de Jokic se imagina que ese chico no debió ser muy animado de pequeño a emprender el camino del deporte, o tal vez sí. Tal vez tuvo a alguien que vio algo más que un chaval con exceso de kilos, creyó ver alguna luz que desprendía aquel pequeño para el deporte. Jokic es otro caso Marc Gasol, aquel que en su primer mundial acudió porque Pepu creyó en él y porque le dio la real gana. La transformación de Marc Gasol hizo posible que aflorara el talento que tenía dentro. Alguien tuvo que creer en él .
Nunca nadie debería descartar a un chico por su aspecto, nunca nadie debería decirle a un chico que no se ilusione con algo, cerrar las ventanas de la ilusión a una vida joven es un daño irreparable.
El caso es que volviendo a Jokic estamos ante un grandioso talento, un jugador más bien frío, que habla con el balón, que puede no dirigir, que rara vez se enfada, tan solo si se produce alguna combinación planetaria, pero que lidera desde la acción. De Jokic destaca su tiro arqueado de tres, destaca su juego de pies en el poste bajo, destaca especialmente su visión y su gran capacidad de pase. Es un cerebro detectado precozmente por la NBA, casi todo lo que conocemos del pívot serbio de 25 años es con la camiseta de los Nuggets, donde ha jugado las últimas cinco temporadas.
En el sexto partido de la semifinal del Oeste ante Los Angeles Clippers, Denver Nuggets estaba contra las cuerdas, el equipo de Colorado parecía estar viviendo sus últimos minutos de temporada, pero basta que se active un resorte en este joven y alegre equipo para que las cosas cambien. Jokic puede desmelenar a su equipo en cualquier momento, con la ayuda de su pareja de baile, Jamal Murray. Cada equipo NBA que se precie hoy tiene un binomio brillante, en pocos casos encontramos un peso repartido, como pueda ser Boston Celtics o Miami Heat.
Denver puede tener muchos puntos, pivotando alrededor de su ancla pensadora Nikola Jokic, con lo que fabrica y convierte Jamal Murray, Gary Harris o Michael Porter Jr, jugadores móviles, atléticos y fiables en tiro y penetración. Decíamos que parecían consumir sus últimos minutos, perdían de 19, pero la paliza de la segunda mitad a los Clippers fue de tal calibre, que los Nuggets no sólo forzaron el séptimo partido sino que parecen haber invertido las sensaciones sobre quién puede plantarse en la final ante los Lakers en la conferencia Oeste.
Un séptimo es un séptimo, cualquier cosa puede suceder. Un nuevo espectáculo que nos brinda la NBA, una liga que ha convertido las dificultades de una pandemia en un espectáculo, ha convertido las dificultades del deporte enclaustrado pero elaborado, empaquetado y servido exclusivamente para TV, en un espectáculo fantástico.
Si hay un clima social irrespirable la NBA encauza la rabia y la protesta, si hay partidos sin público, la NBA pone los espectadores en la cancha mediante pantallas, si no hay animación alternativo y tenemos una simple pista de baloncesto, la NBA crea nuevas experiencias visuales para la televisión, como la cámara móvil, la cámara tras la mesa pudiendo escuchar a los árbitros y sus indicaciones… Y sobre todo, tenemos buen baloncesto, emoción, y eso habiendo llegado los equipos sin ritmo y sin sensaciones, poco a poco han ido desarrollando su potencial.
Destaca la final del Este, una final alejada de los pronósticos, con Boston Celtics superior a Toronto Raptors en semis y Miami Heat plantádose en la final siendo el mayor exponente de equipo que se ha visto hasta ahora en el playoff. Sólo ha perdido un partido en el playoff, y por la heroica de Middelton de los Bucks, que eran los grandes favoritos del Este.
Esfuerzo y responsabilidad compartidas, un equipo con gran pundonor defensivo y con talento ofensivo tanto dentro como fuera, con estrellas como Butler y Dragic, pero también extras convertidos en actores principales como Herro o Robinson, y la capacidad interior de Adebayo.
En el Oeste Los Lakers ha pulverizado a unos Houston Rockets en la eliminatoria más atractiva desde el punto de vista táctico seguramente, con un equipo el de Lebron con torres frente a otro exclusivo de pequeños. El duelo de estilos acabó resolviéndose de la siguiente manera: Lebron James pensando para los Lakers, quienes dejaron pensar en los Rockets a Russell Westbrook, que ha hecho el peor playoff posible de una estrella de la NBA.
Los Lakers están en la final del Oeste diez años después, Lebron toma el testigo de Kobe, aquél que inspira una responsabilidad, la de llegar al máximo, la de ganar. Lebron, que fue a Los Angeles para conseguir más anillos, ha aceptado la responsabilidad de honrar el legado de Kobe Bryant, y en eso consiste la misión en la que están los Lakers.

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