Los Raptors dan a los Warriors su propia medicina
Por un día los Warriors fueron los Raptors. Decíamos en el capítulo anterior que Toronto se había creído que podía meterle mano a unos diezmados Warriors (sin Durant, Thompson y Looney), y así ha sido; ha puesto la final 1-2 tras devolverle la moneda a Golden State Warriors en su cancha. Victorias alternas hasta ahora en estas finales de la NBA lo que convierten en un destino incierto esta serie que parece tomar vuelo a medida que se suceden los partidos.
Los Raptors parecieron los Warriors porque se mostraron implacables en el juego abierto, movieron el balón y abrieron espacios y encontraron jugadores liberados, exhibición tiradora de un hasta ahora ausente Danny Green y del siempre peligroso Kyle Lowry, seis triples el primero y cinco el segundo, mientras Kawhi Leonard seguía haciendo daño yéndose hacia el aro por variados caminos. El que fuera MVP de unas finales absorvió mucha defensa y esta vez distribuyó con criterio a los jugadores liberados. Con unos Raptors convencidos de sus posibilidades, el trabajo de intendencia corrió a cargo de un trío especialista en los intangibles, Marc Gasol, Serge Ibaka y Pascal Siakam son una barrera, son muchos brazos y mucho espacio. El hispano-congoleño Serge Ibaka multiplicó sus prestaciones y recordó viejos tiempos como mejor taponador de la NBA, hasta seis, lo cual es un récord en una final de la NBA, si bien alguno debió ser canasta en honor a la verdad; en todo caso Ibaka volvió a ser ese seguro de vida en el propio aro además de participar en momentos decisivos en el otro, en los dos últimos cuartos de encuentro.
Los Raptors fueron por un día los Warriors porque todo el mundo se movió en busca del espacio para dar opciones de pase a sus compañeros, al estilo de los de la Bahía de San Francisco. Hasta vimos desplazándose más que nunca a Marc Gasol, capaz de penetrar y doblar el balón. De los Warriors, como equipo campeón que es, se puede esperar que se levanten en cualquier momento, de hecho pierden a pesar de un partido descomunal de Stephen Curry, con récord personal en una final, 47 puntos (seis triples) , anotando con su facilidad y fluidez habituales. Pero a los Warriors le faltaron puntos que sí tuvieron los Raptors, incluso de secundarios un día más como VanVleet, que se está especializando en triples imposibles.
Ir perdiendo en la final y con bajas es una situación preocupante y en cierto modo novedosa para el campeón. Es mucha ausencia la de Kevin Durant, el jugador que siempre aparece en los momentos importantes, el auténtico killer del equipo. Curry puede ser el estilete, pero el jugador determinante siempre acaba siendo Durant cuando la cosa se pone fea. Cuando estés en problemas, llama al amigo Kevin, él hará el trabajo de manera fríamente eficaz. Son muchos puntos fuera del equipo,Durant y Thompson, además de un hombre alto de gran trabajo para los de Kerr, Kevon Looney. Esta vez Cousins no bastó ante Marc e Ibaka. Lo más duro que ofrecieron los Warriors en este partido estuvo en el preámbulo con el himno de las barras y estrellas interpretado por Metallica.
El cuarto partido tiene una carga emocional muy alta, el encuentro que se dispute la madrugada del viernes al sábado podría ser determinante si Toronto consigue darle otro zarpazo en casa a los Warriors, y en esto tiene mucho que ver con qué jugadores cuente Kerr. Ya hubiera querido Lebron James en sus finales ante los Warriors tantas bajas en frente, sin que por ello tenga menos mérito el trabajo que están haciendo los Raptors que han mejorado sus prestaciones a la hora de mover el balón, devolviendo la moneda a su rival y facilitando hasta 30 canastas después de pase, superando en asistencias a los Warriors. Les han dado su propia medicina en una final cada vez mejor y que nadie sabe hacia donde irá.