MADRID

Juan Ortega y Pablo Aguado salen a hombros en la goyesca del Motín en Aranjuez

Morante de la Puebla, que completaba la terna, corta una oreja en un festejo de algo más de tres horas de duración.

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Juan Ortega y Pablo Aguado, a hombros en la Goyesca de Aranjuez

Agencia EFE

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Julio César Sánchez

Apenas varió la combinación anunciada en Aranjuez para la Corrida del Motín, celebrada hoy sábado, con respecto a la brillante y triunfal de San Fernando del 1 de junio. Tan solo Pablo Aguado, que hoy entró en lugar de Manzanares. Y los toros, que esta vez llevaron el hierro de Juan Manuel Criado, en una apuesta personal del empresario Carlos Zúñiga que, sin ser un fiasco, no terminó de encandilar.

Un solemne Morante de la Puebla abrió plaza con un boyancón y noble ejemplar de Criado al que le endilgó dos verónicas y media mecidas, para abrir boca, antes de pasarlo de muleta con una delicadeza exquisita, por los dos pitones, con ajuste, encaje y una gracia sin querer ser gracioso que encandiló a los tendidos, los cuales obligaron a saludar una ovación a la terna antes de que saliera el primero. Media tendida y un descabello tumbaron a su antagonista, que fue arrastrado sin una de sus orejas.

El cuarto, muy pobre de presencia, unió a su apariencia una carencia de fuerza palmaria, por lo que el pañuelo verde asomó por el palco. Pasados veinte minutos, transcurridos por la renuencia del devuelto a seguir a los cabestros, salió un sobrero, de Ribeiro Telles. Habían pasado dos horas desde el comienzo del festejo y saltaba el cuarto al ruedo, con el que Morante, vista su deslucida condición, no se entretuvo.

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Verónica de Morante de la Puebla durante la Goyesca de Aranjuez

Juan Ortega recibió genuflexo de capote al sardo segundo, que en los dos primeros tercios apuntó una calidad formidable, si bien se vino abajo demasiado pronto. El sevillano no dejó pasar la oportunidad de levantar el olé de los tendidos en un ceñido quite por gaoneras y, a continuación, en un comienzo sentado en el estribo en el que consiguió que el de Criado no se estrellara ni una sola vez contra las tablas. Después, estampas de toreo de cintura quebrada y gran gusto se mezclaron con dos desarmes y un toro harto aplomado que nos dejó con la miel en los labios.

El quinto ofreció calidad pero no empuje, y Ortega tuvo que suplir lo que le faltó al de Criado. El sevillano toreó a compás por momentos, aguantando miradas y componiendo con estética al natural, con armonía y gran gusto. Dos orejas fue su balance.

El terciado tercero titular fue devuelto por blando, y en su lugar saltó uno de Cuvillo, pobre de cara, noble, pasando a media altura y no sobrado de chispa. Sin embargo lo que le faltó al toro lo puso Pablo Aguado, que basó su trasteo en el pitón izquierdo. Hubo verticalidad, garbo y elegancia, tirando de las remisas acometidas, que no se rebosaron por su escasa pujanza. Una estocada entera caída fue la firma del sevillano, que paseó una oreja.

El sexto se dejó mucho, y Aguado le dio réplica con un trasteo que contó con momentos álgidos en los remates, con varios trincherazos, de pie y de rodillas, de gran dimensión, además de series cuajadas de fuera adentro, con esa naturalidad con la que Aguado adorna sus trasteos. Y como colofón, dejó un contundente espadazo que le abrió la puerta grande, atravesada junto a Ortega.