6ª san fermín
Solo Emilio de Justo pasea una oreja de una notable corrida de Victoriano del Río en Pamplona
Buena corrida del hierro madrileño con la que Sebastián Castella y Borja Jiménez se van de vacío.
Natural de Emilio de Justo al segundo toro de Victoriano del Río
Publicado el
3 min lectura
Paco Aguado
El diestro cacereño Emilio de Justo fue el único de la terna que trenzó hoy el paseíllo en Pamplona que hizo méritos para pasear el solitario trofeo concedido de una completa y notable corrida de toros de la divisa de Victoriano del Río, cuyo comportamiento mereció mejor trato y apuesta por parte de los de luces.
Concretamente, De Justo obtuvo el trofeo del segundo de la tarde, un voluminoso y veleto toro colorado que, picado con medida, y tras un quite por chicuelinas muy ajustado de Borja Jiménez, llegó a la muleta con una favorable actitud, sin acabar de descolgar pero con una dúctil nobleza que supo sostener el extremeño, y en especial por el lado izquierdo, por donde más y mejor se empleó el de la divisa madrileña.
En toda la compuesta faena, una tanda de naturales, más asentada, y un lucido final por vistosas manoletinas fueron los momentos que más justificaron ese aislado trofeo que De Justo ya no llegaría a conseguir del quinto, el toro más terciado y de menos cuajo de la corrida, pero también el de bravura más temperamental.
El torero de Torrejoncillo comenzó bien su trasteo de muleta, sometiendo por bajo el nervioso poder de un toro que puso en dificultades a la cuadrilla y al director de lidia durante los primeros tercios y que acabó, con esos adecuados doblones de inicio, rompiendo a embestir con emoción y, aun sin acabar de humillar por completo, también con recorrido.
Tanda a tanda, De Justo fue perdiendo convicción y aplomo paulatinamente, mientras que se iba imponiendo en el pulso el de Victoriano del Río, que, curiosamente, fue el único que, a la hora de doblar, acabó buscando terrenos de chiqueros en recuerdo del encierro matinal.
Pero el lote realmente destacado de la corrida fue el que cayó en manos de Sebastián Castella, quien acabó claramente de desaprovecharlos en dos dilatados, destemplados e inconcretos trasteos.
El hondo y astifinísimo toro que abrió plaza regaló al francés un enclasado galope desde su salida, al que este respondió con una muleta muy volandera, desplazándolo por las afueras sin temple ni intensidad alguna, lo que le hizo verse desbordado en algún momento antes del auténtico 'mitin' que dio con la espada, saliéndose demasiado de la suerte .
Claro que el cuarto, con sus hondos 535 kilos, aún fue mejor, ya que su bravura estaba acompañada de calidad y de profundidad en unas incansables arrancadas tristemente malgastadas por Castella en lo fundamental, sin ofrecerle nunca el mando de los vuelos del engaño, para buscar pronto la recurrente, y en este caso improductiva, solución del toreo populista.
A Borja Jiménez le correspondió el único del sexteto que no dio opciones, como fue un tercero alto de agujas y largo de viga, que, con poco empuje de riñones, no hizo sino defenderse y quedarse corto ya desde el arranque con pases cambiados por la espalda del insistente trabajo del sevillano.
Y el sexto, también larguísimo y aparatoso, aunque muy descompensado de hechuras, manseó en los primeros tercios para luego tomar con una pajuna nobleza la tela de un Borja Jiménez animoso y que no logró mayor conexión con los tendidos, ya pendientes de la siempre festiva salida de las peñas de la plaza.