MADRID

Demasiados silencios y avisos ante una buena novillada de El Retamar en Las Ventas

El debutante Pedro Montaldo dio una vuelta al ruedo en el festejo inaugural del ciclo 'Cénate Las Ventas'. Pinto y Bastos, silenciados.

Agencia EFE

Publicado el - Actualizado

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Paco Aguado

La primera de las novilladas del certamen "Cénate Las Ventas", celebrada esta noche en Madrid, se saldó con un largo balance de silencios y de avisos, a pesar del excelente juego de varios de los utreros de la divisa de El Retamar, que merecieron faenas de mayor concreción.

El mejor de ellos fue, concretamente, el sexto, un fino y serio ejemplar que repitió sus embestidas con brava profundidad a la muleta de Pedro Montaldo, que, pese a sus 26 años, hacía su presentación en Las Ventas. Poco rodado aún con picadores, el de Guadalajara mostró con él una naturalidad más relajada de la cuenta, logrando así pases sueltos estimables pero sin la suficiente intensidad para llegar a la altura de lo que ofrecía el de la divisa madrileña.

Aunque finalmente dio la única vuelta al ruedo de la noche, protestada por poco justificada tras el espadazo bajo con que remató su labor, a Montaldo se le echó en falta una mayor intensidad, igual que le sucedió con el de su debut, también de buena condición solo que pronto comenzó a desfondarse.

Pérez Pinto, otro veterano con 32 años de edad, no acabó de asentarse y de concretar con un lote compuesto por un bravo primero, que estuvo varias veces a punto de desbordarle entre una larga serie de enganchones, y un cuarto de preciosas hechuras que, muy en "núñez", embistió con clase, pero sin que el salmantino, entre dudas y con muy poca apuesta, llegara nunca a coger su excelente ritmo.

El más rodado de la terna, y que llegaba con más expectativas, era el portugués Tomás Bastos, que tampoco tuvo su noche. Lo mejor de su actuación con el segundo, algo brusco, llegó en el inicio y en el final de la faena de muleta, con unos pases rodilla en tierra y unas bernadinas que provocaron más palmas que lo que hubo entre medias, sin llegar a atemperar al de El Retamar con un mando desigual.

Al quinto lo saludó Bastos con una larga a porta gayola y un animoso toreo de capote, antes de que el utrero comenzara a flojear tras pasar tres veces, sin emplearse, por el caballo. Pero lo que no le exigió al anterior, el portugués se lo exigió a este, con pases de mano más baja que no contribuyeron a que el animal terminara de asentarse, antes de meterse en la distancia corta en un último esfuerzo baldío.

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