MADRID - 4ª FERIA DE SAN ISIDRO
Aarón Palacio, sello y personalidad
El novillero zaragozano corta una oreja al único toro potable de un pobre encierro de Alcurrucén. También gustan las formas de Javier Zulueta.
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Aarón Palacio salió a por todas desde que se abrió la puerta de chiqueros. Se fue a portagayola para saludar al quinto de Alcurrucén, un novillo de bonita estampa pero de salida desentendida. El de Biota logró que se centrara poco a poco, a pesar de un mal tercio de varas. De rodillas y a dos manos inició la faena con enorme intensidad, y tras ponerse en pie logró dos tandas con más firmeza que limpieza, pero con una actitud que conectó con los tendidos. Fue al natural donde Palacio se gustó de verdad: naturales hondos, templados y sentidos, acompañados de detalles como pases del desdén que levantaron al público. Supo apretar sin perder el gusto. Mató de una estocada y dos golpes de descabello que no rebajaron la intensidad para que pidiese y concediese una oreja de peso.
Su primero, un sobrero de Alcurrucén tras devolverse el titular por falta de fuerzas, tuvo movilidad aunque con un molesto cabeceo que condicionó el lucimiento en el capote. Aun así, Palacio mostró gusto y firmeza desde el principio. En la muleta, el joven torero quiso siempre más: toreó con disposición, se ajustó en varias tandas y trató de imponer su concepto. El novillo, sin llegar a romper del todo, le permitió mostrar su personalidad, aunque parte del público no le dio margen alguno. Pinchazo y estocada. Saludó una ovación.
También gustaron las formas de un Javier Zulueta vivió las dos caras de la moneda. Le tocó en suerte el tercero, un sobrero de Montealto que fue todo un toro en hechuras y que resultó áspero pero con fondo. El sevillano se impuso con verdad, dando el pecho y cargando la suerte en tandas de buen calado, hasta que el animal sacó genio en el tramo final. Lo mató de estocada corta. Silencio.
Cerró plaza con un novillo del hierro de los hermanos Lozano largo y serio, de embestida deslucida pero noble. Por el derecho dejó muletazos de buen trazo, fiel a su corte clásico. Lo mejor, la estocada en toda la yema.
Sergio Sánchez, que debutaba como sus compañeros de terna en Madrid, se las vio en primer lugar con un utrero de Alcurrucén soso y sin entrega, lo que impidió mayor lucimiento. Fue silenciado tras una faena con altibajos.
Tampoco pudo redondear en su segundo, un novillo que no terminó de entregarse. El extremeño anduvo voluntarioso. Solo una tanda al natural se pudo rescatar de un conjunto sin brillo.