El rey Carlos en Roma: que todos sean uno
Los monarcas británicos son gobernadores supremos de la Iglesia anglicana desde el cisma de Enrique VIII hace 500 años
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La oración esta semana de Carlos III de Inglaterra y el Papa León XIV en la Capilla Sixtina ha sido mucho más que un acto protocolario. Los monarcas británicos son gobernadores supremos de la Iglesia anglicana desde el cisma de Enrique VIII hace 500 años.
Es una de tantas heridas abiertas en la credibilidad de los cristianos que, en las últimas décadas, los sucesivos Papas se han empleado a fondo para intentar cerrar. Precisamente, el Año Santo que la Iglesia celebra en 2025 coincide con el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea, del que procede el Credo en el que se reconocen las distintas denominaciones cristianas.
Este es el motivo que llevará en un mes a León XIV a Turquía, para conmemorar la efeméride con las principales autoridades de la Iglesia ortodoxa.
No se trata de mejorar relaciones, sino de avanzar hacia la comunión plena, en cumplimiento del mandato de Jesús en el Cenáculo. Aquella frase, “Que todos sean uno”, ha quedado inscrita en el trono reservado a Carlos III y a sus sucesores en la basílica romana de San Pablo Extramuros, de la que el rey ha sido nombrado cofrade. El recordatorio de aquel mandato coincide con el 30 aniversario de la encíclica “Ut unum sint”, de Juan Pablo II, en la que se señala el alejamiento del Evangelio y del “depósito de la fe” como gran causa de división, por eso el ecumenismo pasa por la conversión y la oración. La fidelidad al Evangelio y la santidad son la condición para la unidad y la credibilidad del anuncio cristiano, un diagnóstico, el del Papa polaco, que la historia se encarga continuamente de validar.