Rechazar nuestra herencia es suicida

Detrás del derribo de estatuas hay un vendaval de ira que arrasa contra todo aquello que suena a herencia o tradición

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Las estatuas de Cristobal Colón y Winston Churchill fueron las primeras en ser agredidas. En Bristol derribaron la de Colston, un comerciante de esclavos del siglo XVIII. En Portland, fue la de George Washington, el primer Presidente de los EEUU. El sábado pasado, en San Francisco, derribaron la estatua de Fray Junípero Serra y con pintura roja escribieron la palabra “bastardo” en la de Miguel de Cervantes. También en Mallorca, cuna del franciscano, han escrito “racista” sobre la estatua dedicada al misionero. Y todo, supuestamente, como consecuencia de homicidio perpetrado contra George Floyd.

Dicen que las protestas han conseguido despertar la lucha contra los símbolos racistas. En realidad de lo que se trata es de un vendaval de ira que arrasa contra todo aquello que suena a herencia o tradición. No importa si Fray Junípero Serra fue un firme defensor de los derechos de los indígenas que en el siglo XVIII habitaban California, o que las personas que han escrito “bastardo” en la estatua de Cervantes no hayan leído jamás El Quijote y su formidable elogio de la libertad.

No se trata solo de una muestra de incultura profunda, que también, sino de un movimiento que niega la dinámica de historia, siempre dramática. Destruir imágenes del pasado no solo impide su conocimiento, sino que implica un rechazo suicida del camino que nos ha traído hasta aquí, y además no sirve para mejorar la vida presente de aquellos a quienes dicen defender.