De la Pascua al Sínodo

Escucha ya la 'Línea Editorial' de este Domingo de Resurrección, 9 de abril

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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Los relatos evangélicos sobre la Resurrección rompen todos los esquemas. Jesús no busca las multitudes para mostrarse triunfante. Lo que hace es ir a buscar a los suyos, confirmarlos en la fe y enviarlos a la misión. El Cristo resucitado que ven mantiene visibles las marcas de la Cruz. De ese modo, como decía el Papa esta Semana Santa, Jesús nos enseña que “nuestras heridas pueden convertirse en fuentes de esperanza cuando, en lugar de compadecernos de nosotros mismos, enjugamos las lágrimas de los demás; cuando, en vez de guardar rencor por lo que nos quitan, cuidamos lo que les falta a los demás”.

No es una Iglesia triunfante en términos humanos lo que inaugura la Pascua, sino una Iglesia en salida. La fraternidad característica de estos primeros cristianos es indisociable de este fuerte sentido de misión que, en poco tiempo, lleva a extender la noticia del sepulcro vacío por el mundo entero conocido en aquella época.

El proceso sinodal que culminará en octubre responde a ese modelo: es un impulso hacia una Iglesia más fraternal y misionera. Lo decisivo no es, nunca lo ha sido, la ausencia de diferencias internas ni de obstáculos externos. La primera evangelización, modelo de todas las que la han seguido, tuvo lugar entre vivas controversias internas y en medio de las más cruentas persecuciones. Los primeros cristianos dieron con el método para superar los bloqueos: la escucha recíproca y la escucha, juntos, al Espíritu Santo, con el discernimiento de los apóstoles. Y con la conciencia de que el anuncio del Evangelio no admite demora.