Cordialidad y libertad para la crítica
El cardenal Blázquez, a punto de dejar la presidencia de la CEE, se despedía esta semana de la vicepresidenta Carmen Calvo
Madrid - Publicado el
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El cardenal Blázquez, a punto de dejar la presidencia de la CEE, se despedía esta semana de la vicepresidenta Carmen Calvo, quien destacaba la cordialidad en las relaciones con la cúpula eclesial, marcadas por la búsqueda del bien común. Eso no ha impedido profundas desavenencias. La más reciente, y una de las más graves, la proposición de ley de eutanasia ahora en el Congreso. Se anuncia una batalla difícil y a largo plazo contra una medida envuelta, como ha descrito el obispo de Cartagena, en una “propaganda atractiva”. Las apelaciones a la autonomía personal son tan falaces como efectivas, puesto que ¿quién desea ver su vida artificialmente alargada con sufrimientos insoportables, mientras otros toman por él las decisiones?
Cualquier análisis sosegado revela que los partidarios de la eutanasia han colonizado el debate de tópicos y falsos dilemas, como señala la CEE en el documento «Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida», un texto que, si bien tiene pocas opciones de convencer a los legisladores, quedará para la historia como un voto particular de cordura. Terminar artificialmente con la vida de una persona no es compasión sino un fracaso para la sociedad, cuando existen los medios para ahorrar el dolor al paciente y sobrados recursos para asistir en la dependencia. Lo contrario supone un desprecio a la dignidad humana, algo que la Iglesia no puede dejar de denunciar. Sin por eso abandonar la cordialidad en las relaciones con quienes promueven estas medidas deshumanizadoras.