LÍNEA EDITORIAL
Una guerra sin esperanza de paz
Este miércoles debería ser un día de fiesta en Ucrania, que conmemora el 31 aniversario de su independencia de la antigua Unión Soviética
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Este miércoles debería ser un día de fiesta en Ucrania, que conmemora el 31 aniversario de su independencia de la antigua Unión Soviética. La fecha, sin embargo, coincide con el sexto mes de la invasión por Rusia, sumido el país en una guerra que ha costado decenas de miles de muertos y la destrucción de buena parte de las ciudades más importantes. Y, lo que acaso sea peor, sin la esperanza de una paz que cada día parece más inalcanzable.
Si las guerras suelen acabar mediante una negociación cuando una de las partes es derrotada militarmente, en el caso de Ucrania no parece que haya visos de un diálogo que abra las puertas a un un definitivo alto el fuego. De momento, incluso, el presidente ucraniano, Volodimir Zalenski, ha descartado cualquier tipo de negociación que para él sería una capitulación, mientras que Rusia redobla su empeño por engullir parte del territorio invadido, ahora movida por la sed de venganza tras la muerte en atentado de la hija del ideólogo de la guerra, Alenxander Daguin.
Se da además la circunstancia de que las fuerzas ucranianas, gracias a las armas que recibe de Estados Unidos y Europa, no dejan de obstaculizar los avances de las rusas con una resistencia no esperada por el sátrapa Vladimir Putin.
La guerra está así estancada, pero más allá de las operaciones militares en curso, lo que está en juego es el desafío ideológico lanzado por Putin al mundo occidental y sus valores. Ucrania es tan solo el pretexto de Rusia, no solo de resucitar el extinto imperio soviético, sino de demostrar una superioridad moral frente a la aparente decadencia de un Occidente que ha dado la espalda a los valores que dieron cimiento a la civilización occidental, infiltrada por ideologías anticristianas que solo buscan el bienestar material como bien supremo.