Hijos de una historia que hay que custodiar

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La segunda jornada del viaje del Papa a Canadá ha estado marcada por la festividad de san Joaquín y santa Ana, el día de los abuelos. Sus figuras han sido protagonistas de sus palabras, tanto en la celebración eucarística que ha tenido lugar en el Commonwealth Stadium como en el encuentro con las comunidades indígenas, a orillas del lago Santa Ana. Francisco ha recordado que somos hijos de una historia que hay que custodiar, pero que también somos artesanos de una historia que hay que construir, precisamente desde las raíces que nos han sido legadas, desde el fuego que se nos ha regalado y que ahora, nosotros, tenemos la responsabilidad de avivar.

Ante las comunidades indígenas, a las que les ha recordado explícitamente lo valiosas que son para la Iglesia, el Papa ha hecho hincapié en que la verdadera fraternidad es la que supera distancias, no teme a las diferencias y se pone al servicio de la comunión. Con las madres y las abuelas como referentes, Francisco ha querido también destacar el papel de la mujer en esa custodia de la tradición, y en el depósito y transmisión de la fe.

En medio de una sociedad que entroniza a la juventud, como si fuera eterna, y que descarta a los mayores, Francisco nos ha interpelado para que no hagamos oídos sordos al grito de soledad de muchos de ellos. El grito, que muchas veces sofocado, también lanzan muchos jóvenes entregados a promesas de falsa libertad e incapaces de amar aquello que son, y la belleza de la vida que tienen.