Guillermo Aguirre (Bilbao, 1984) fue un adolescente problemático arrastrado por las malas compañías, una experiencia que ha retratado, llevándola al extremo, en "Un tal cangrejo", una novela que solo ha podido escribir tras "hacer las paces con aquella etapa", explica en una entrevista con Efe.

Recientemente publicada por la editorial Sexto Piso, en la obra aborda el caso de los adolescentes que dejan sus estudios inacabados y buscan "acelerar el proceso para entrar en el universo adulto, no salirse del sistema, sino ingresar en él cuanto antes".

La adolescencia del protagonista está marcada por la culpa y la rabia por la separación de sus padres y por verse arrastrado a una vida de continuas fechorías por las malas compañías de la calle en el Bilbao de los años 90, muy parecida a la que él vivió.

Aguirre explica sobre su cuarta novela (en 2010 ganó el premio Lengua de Trapo con "Electrónica para Clara") que a la vez es su primera obra, porque la empezó a escribir hace trece años "pero por razones de la vida la fui dejando y retomando", reconoce.

"Tuve problemas con la trama y también problemas para enfrentar ciertas cuestiones que estaban demasiado próximas y que necesitaba que pasase tiempo y tomar cierta perspectiva para abordar", explica.

Aunque los puntos más escabrosos o dramáticos -como una violación en el instituto o la muerte de un sujeto- "son ficción porque a mí no me pasaron ni llegué a situaciones tan extremas", asegura, el protagonista lo tiene todo, psicológicamente hablando, del adolescente que fue.

"A esa edad necesitas dinero, es triste decirlo pero lo único que quieres es dinero y al final acabas pagándolo con la gente en casa", subraya.

Aguirre asegura que consiguió hacer las paces con aquella etapa de su vida hace seis años, y por eso consiguió escribir la novela. "Lo que más me ha costado, sobre todo, es el problema que subyace en el fondo de la novela como es el de la violencia en casa, la violencia intrafamiliar".

El propio escritor se empezó a "enderezar" a los 18 años. "Un primer trabajo, mas o menos normal, hace mucho para enderezar el rumbo" porque "empiezas a tener unas responsabilidades, unos horarios, por fin tienes una nómina y también percibes que ese mundo adulto al que tu querías llegar lo has alcanzado".

Él se estuvo dedicando a la venta de objetos de segunda mano y a la hostelería antes de mudarse a Madrid en 2002, donde inició estudios universitarios para mayores de 24 años. Aunque comenzó la carrera de Filología no la acabó y empezó a dedicarse a la escritura, afición que siempre había tenido.

"Los adolescentes que dejan de estudiar quieren acelerar el proceso para entrar en el universo adulto. Les llama mucho más la atención lo que está fuera del colegio que lo que está dentro. Es como una rebeldía al revés, no se hacen rebeldes para salirse del sistema, sino para ingresar en él cuanto antes", reflexiona.