FLAMENCO HOMENAJE
La Tati: "Aprendí bailando bulerías con las gitanas en la calle"
Carmen Martín
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Carmen Martín
"Castiza", "intuitiva" y " libre", así se define Francisca Sadornil Ruiz, conocida como La Tati, que recibe mañana en Teatros del Canal un homenaje a toda su carrera, 60 años entregados al flamenco por dos vías: como bailaora y como maestra. Aprendió de mirona y "bailando con las gitanas en la calle".
"Empecé a bailar al mismo tiempo que eché a andar", aclara a EFE esta madrileña nacida en el 104 de la calle de Toledo hace 75 años. "Cuando mi madre me cantaba los 'Cinco lobitos', movía los brazos con salero".
Cree que nació para bailar. "En mi familia no hay artistas", cuenta La Tati, que explica que cuando ella empezaba había un gran éxodo de andaluces y extremeños que venían a Madrid, pasaban por el Rastro, donde se hacía trueque de ropa y calzado, y allí surgía la fiesta.
"Aprendí a bailar los tangos y las bulerías con las gitanas por la calle, todo el mundo cantaba y bailaba", dice la artista, para quien "el flamenco estaba en la calle, no en la academia".
Por bulerías, deslumbró al mismísimo Manolo Caracol, que la tuvo como bailaora predilecta en su tablao Canasteros. En el Rastro se puso en danza al son de La Quica y con trece años debutó en el tablao más genuino, Zambra, antes de pasar a Torres Bermejas.
"Mis palos son las alegrías, las bulerías y los tangos, soy tanguera", señala la bailaora, que recuerda que antes de debutar con trece años era la "chica de los recados" en la academia de "La Quica": "aprendí mirando".
De carácter y personalidad propia, la bailaora de Madrid, como la se le empezó a conocer a finales de los años 80, a sus 75 años se mantiene en forma, no tiene idea de jubilarse. Compatibiliza su faceta flamenca con la de maestra en la academia Amor de Dios en el mítico mercado de Antón Martín.
"Tengo una naturaleza privilegiada, domino la respiración, hago yoga y meditación y sé colocar el cuerpo", y cuenta que ha ido adaptado el baile a su edad. "He tenido la fuerza de un caballo, ahora el taconeo es para la gente joven".
Aún así, esta artista de raza se marca sobre las tablas una seguidilla de 15 minutos y después un tango de 12 minutos. "Hay que proyectar de dentro hacia afuera, la danza es espiritual".
"Ahora se taconea mucho, se piensa que hacer más y más difícil es mejor, pero creo que es un error", cuenta La Tati, que por su experiencia como maestra se ha dado cuenta de que "los jóvenes no tienen referencias, les vale con aprender en un estudio, y eso me apena".
"Mi baile es racial y educado", afirma una mujer innovadora y vanguardista, que desde bien chiquitina ha querido ser siempre libre, y así ha sido. "Aprendí muy pronto a decir no, me crié sin padre y mi madre trabajaba mucho. Me crié con mi abuela y los aciertos y errores de mi vida son solo míos".
Para ella, el flamenco está fusionado desde la raíz, es visual y entra por todos los sentidos, "no existe la pureza, por eso tiene tanta repercusión en el mundo", argumenta la bailaora. Y recuerda que este arte "nace del dolor, de las cuevas, de los gitanos, de los judíos, un cóctel convertido en arte".
"Madrid fue y sigue siendo la capital del flamenco", advierte "La Tati", que en el año 1968 hizo su primer viaje a Japón. Desde entonces ha paseado el flamenco por medio mundo, desde México a París pasando por Nueva York, Venezuela, Alemania, Austria, Canadá o Israel, "más de cincuenta países".
Por esto se siente orgullosa de llevar la cultura española por todo el mundo. "Se valora el flamenco", dice la bailaora, que recuerda que cuando en España el flamenco "estaba de pandereta por la costa", en Japón era devoción, "hacían el compás en español", dice entre risas.
"Soy patrimonio español por la Unesco por mi carrera artística", concluye la artista, que se siente agradecida por este homenaje en el que participan grandes artistas como José Mercé, Juan Villar o Rafael Riqueni.