Críticas de los estrenos de cine del 7 de marzo

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Emperador”, “Las aventuras de Peabody y Sherman”, “300: El origen de un imperio”, “Oh Boy”, “Dog Pound (La perrera)” y “Joven y bonita”.

Emperador

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

11 min lectura

Resurge el cine histórico sobre la Segunda Guerra Mundial. Y lo hace con historias muy poco tratadas hasta ahora por el séptimo arte. “Emperador” nos acerca a dos grandes figuras del siglo XX: el

y el

. Una película que no defraudará a los amantes del género histórico.

Hace ya diez años que el realizador británico

nos sorprendió con “La joven de la perla”, una adaptación de la novela histórica de

sobre el pintor

. Ahora vuelve a la adaptación histórica de la obra “La salvación de Su Majestad”, de

. Terminada la Segunda Guerra Mundial, el General MacArthur (

) recibe el encargo de iniciar la reconstrucción de Japón, golpeado duramente por las bombas atómicas. Pero, como había ocurrido en Alemania, estaba pendiente la depuración de responsabilidades bélicas. Lo que había empezado como un ataque traicionero a los Estados Unidos en Pearl Harbour se había transformado en una cruenta guerra que asoló todo el Pacífico. Ahora los aliados querían juzgar por crímenes de guerra a los cabecillas de la ofensiva. Al igual que muchos de los líderes del Tercer Reich, varios altos cargos nipones optaron por la vía del suicidio. Pero la cuestión verdaderamente grave era qué hacer con el Emperador Hiroito (

). Japón no se entendía sin su emperador, y una medida drástica contra él podía hacer inviable el proyecto de pacificación y reconstrucción del Imperio del Sol Naciente. Pero, por otro lado, el Emperador no podía irse de rositas siendo el máximo representante del Estado. MacArthur le encarga al General Bonner Fellers (

) que encuentre pruebas, si las hay, que permitan exculpar a Hiroito de la guerra, y salvarle por el bien del futuro de Japón. Este difícil cometido centra el argumento de esta interesante película bélico-política, que junto a “Monuments Men” demuestra que aún la Segunda Guerra Mundial esconde inédita enjundia cinematográfica, cuando muchos creían que ya todo estaba contado.

Las pesquisas del general Fellers se ven entretejidas de una trama romántica en clave de flashback en la que descubrimos los intereses ocultos que tiene el General en salvar la figura del Emperador Hiroito. Detrás está la presión de un MacArthur que necesita dar respuestas rápidamente al Presidente de los Estados Unidos. Todo ello tiene como telón de fondo el encuentro entre dos culturas de difícil maridaje. El pragmatismo y la inmediatez del hacer americano choca con la mística del Estado nipón, la devoción religiosa hacia el dios Emperador, y una sociedad basada en la obediencia ancestral y la poca transparencia. Fellers comprende que la justicia no es venganza, y que la justicia en la mentalidad oriental no es lo mismo que en la occidental.

Los contrapuntos de esta irresoluble bipolaridad están en los secundarios. El chofer de Fellers,

(

), que trata de hacer, no sólo de traductor, sino de filtro cultural entre ambos mundos; y

(

), la mujer amada del general, que junto a su tío, el

(

), le permiten a Fellers entender un poco más la mentalidad japonesa.

El tono del filme es muy clásico, al estilo de “Monuments Men”, pero naturalmente sin el humor de aquella. Aunque se trata de una película muy proamericana, no se oculta el horror de los bombardeos que masacraron a tantos inocentes, ni las barbaries de Hiroshima y Nagasaki, con las que comienza el filme. Sin duda, lo mejor es el desenlace, a la mayor gloria de MacArthur, que sobre todo nos habla de política con letras mayúsculas. Cuando se vence, no se trata de arrasar al vencido, sino de ayudarle a salir adelante sin que vuelvan a suceder los horrores del pasado. Una notable película de entretenimiento para disfrutar en familia.

(“Alfa y Omega”).

Muy populares en Estados Unidos, los personajes animados del Sr. Peabody y Sherman fueron creados por el californiano

para el segmento “Peabody’s Improbable History”, dentro de la serie televisiva “The Rocky and Bullwinkle Show”, que se emitió entre 1959 y 1963. Ahora, DreamWorks Animation los ha llevado a la gran pantalla de la mano del también californiano

, codirector de “El Rey León”, y director en solitario de las dos entregas de “Stuart Little” y de películas como “La mansión encantada”, “El reino prohibido” y “Atraco por duplicado”. El resultado es entretenido y recupera el estilo alocado de los cartoons clásicos.

Afamado inventor y científico, premiado con el Nobel, el Sr. Peabody es el perro más inteligente del mundo. Cuando todavía era un bebé, adoptó legalmente a Sherman, al que ha formado lo mejor que ha podido, de modo que se ha convertido en un chaval muy listo, aunque travieso. Suelen viajar juntos en una máquina del tiempo —el Vueltatrás—, a través de la que descubren aspectos desconocidos de los hechos más relevantes de la Historia. Pero un día, Sherman se pega en el colegio con Penny, una compañera de clase. El Sr. Peabody intenta arreglar la situación invitando a su casa a Penny y a sus padres. Entonces, Sherman enseña el Vueltatrás a Penny para impresionarla, y ambos acaban creando un agujero en el tiempo, que podría alterar peligrosamente el pasado, el presente y el futuro.

Minkoff se luce en una animación digital con cierto aire retro, pero de expresiva gestualidad, muy imaginativa en sus fondos y desplegada a un ritmo endiablado, que disimula la estructura episódica del guion de

(“Perdidos”, “A dos metros bajo tierra”). Además, Wright refuerza la unidad del conjunto desarrollando con cierta hondura dramática las relaciones paterno-filiales entre el Sr. Peabody y Sherman, así como los recelos racistas que generan. Todo ello, claro, sin renunciar a los constantes golpes de humor, casi siempre eficaces. En este sentido, se agradece cierta incorrección política, por ejemplo, a la hora de desmitificar, e incluso criticar abiertamente, la Revolución Francesa.

Siete años después del éxito internacional de “300”, del estadounidense

, se estrena “300: El origen de un imperio”, nueva entrega de la saga épico-mitológica que inició, inspirada esta vez en el cómic “Xerxes”, de su compatriota

, todavía sin finalizar ni editar. Ante la apretada agenda de Snyder, la ha dirigido el israelí

, sólo conocido por su discreta comedia “Gente inteligente”. El resultado es muy espectacular, aunque hiperviolento y a veces obsceno.

Año 490 a. C. La Primera Guerra Médica finaliza con la cruenta Batalla de Maratón, en la que rey persa

(

) es herido y humillado. Tras la muerte de Darío, su hijo

(

) se transforma en Dios-Rey, clama venganza e intenta de nuevo invadir Grecia, iniciando así la Segunda Guerra Médica. Para ello, nombra comandante de sus fuerzas navales a la feroz guerrera griega

(

, que fue criada por el fallecido rey persa. Mientras ellos se preparan, se entera de sus propósitos el general ateniense

(

), que intenta unificar Grecia para poder hacer frente a la marea persa. Su principal duda es si contará con el apoyo de los espartanos y de su

(

), que acaba de enviudar tras la mítica matanza del Paso de las Termópilas. El destino de todos ellos se decidirá en la inenarrable Batalla de Salamina.

El guion de Zack Snyder y

perfila mejor a los protagonistas que el de “300”, y desarrolla con más hondura sus conflictos dramáticos y morales. Esta mayor profundidad facilita el lucimiento de los actores, sobre todo de Sullivan Stapleton —que refleja con vigor los esfuerzos políticos de Temístocles— y de Eva Green, impresionante en su caracterización de la sanguinaria Artemisia. De este modo se enriquece un poco la continua sucesión de aparatosas, fantasmagóricas y ralentizadas batallas, hilvanadas con agilidad por Noam Murro, y resueltas con impactantes efectos digitales de última generación, sobre todo en lo referente a la recreación del agua. Así que “300: El origen de un imperio” avanza varios pasos en la transposición al cine del lenguaje y la estética del cómic.

Sin embargo, esta especie de precuela-spin-off cae en los mismos defectos graves de su antecesora: una desagradable y repetitiva sanguinolencia gore —las mutilaciones acaban siendo grotescas—, un tratamiento muy morboso de las escenas sexuales, y un enfoque difuso de la religiosidad pagana de los personajes. Todo esto enturbia muchísimo las cualidades de la película y reduce notablemente su público potencial.

La suerte le ha dado la espalda a Niko Fischer (

), un lacónico treintañero, sensible, soñador y apático, que deambula sin rumbo, a ritmo de jazz, por las calles y garitos de Berlín. Su novia le ha dejado por indeciso, su padre le corta el grifo financiero, un psicólogo le declara emocionalmente inestable y los demás personajes con los que se cruza tampoco aportan un mínimo sentido a su existencia. Ni siquiera puede conseguir —pese a sus repetidos intentos— una mísera taza de café con la que sustituir el alcohol en el que antes ahogaba sus miedos. Tal vez su encuentro casual con una antigua compañera de instituto, Julika (

), sea su última oportunidad para salir de su postración.

Este primer largometraje de ficción del alemán

—autor del documental “Der Schmerz geht, der Film bleibt”— ha obtenido numerosos reconocimientos, entre ellos, el Premio a la mejor opera prima de la Academia Europea de Cine y seis galardones de la Academia Alemana de Cine, incluidos los correspondientes a mejor película, director y actor. Por un lado, resulta brillante su factura, en riguroso blanco y negro, y muy sobria en su estilo hiperrealista, aunque con sugestivos toques poéticos. También son muy contenidas las interpretaciones, sobre todo la de Tom Schilling (“Napola”), que encarna con sufriente veracidad el desamparo y la falta de recursos morales del protagonista. Otro personaje, por cierto, muy emblemático del perplejo individualismo al que son lanzados tantos jóvenes en las sociedades mal llamadas desarrolladas.

“Oh Boy” no ofrece nada más que eso: una vistosa constatación neorrealista de lo mal que estamos. Pero lo hace con elegancia narrativa, con personalidad visual, sin estridencias ni efectismos vulgares, y con la mirada triste que se merece su historia. Además, Jan Ole Gerster sabe aliviar esa desolación con sutiles golpes de humor y con un empleo casi paradójico de la excelente banda sonora del grupo de jazz The Major Minors, completada con varias canciones preciosas, una de ellas —el tema folk “Fischer’s Song”—, interpretada por el propio protagonista Tom Schilling. Interesante propuesta, por tanto, algo lánguida y sin duda minoritaria, pero por encima de la media.

Butch (

), Davis (

) y Angel (

) son tres jóvenes delincuentes que, por causas diversas, son encarcelados en un durísimo correccional de Montana. Allí intentarán sobrevivir al violento acoso de los guardias de la prisión y del resto de los reclusos, muchos de ellos organizados en sanguinarias bandas.

Este segundo largometraje del parisino

(“Sheitan”) —Premio al mejor nuevo director en el Festival de Tribeca 2010— está rodado con bastante vigor visual y ofrece unas interpretaciones de impactante veracidad, sobre todo las de sus jóvenes protagonistas. Sin embargo, el guion repite situaciones carcelarias mil veces vistas, no desarrolla bien el arco dramático de varios personajes importantes e insiste hasta el hartazgo en un morboso tratamiento del sexo. Además, el visionado de esta película exige un estómago a prueba de bombas, pues su brutal violencia resulta a menudo inaguantable. Estos defectos y excesos devalúan unas cuantas reflexiones lúcidas sobre el desconcierto adolescente y sobre las causas de su conversión en furia irracional.

Isabelle (

) es una guapa chica francesa de 17 años, que vive con su madre Sylvie (

), su padrastro Patrick (

) y su hermano preadolescente Victor (

). Obsesionada por el sexo, un verano Isabelle pierde la virginidad, y durante el otoño siguiente se dedica a anunciarse en webs de contactos y a prostituirse con hombres mayores, ganando así una estimable fortuna a espaldas de sus adinerados y despistados padres. Pero, en el invierno y la primavera, sus actos tendrán dramáticas consecuencias, que harán temblar la estabilidad de esta familia burguesa, y quizás obliguen a Isabelle a madurar definitivamente.

Contada así, podría parecer que “Joven y bonita” es una interesante fábula moral que disecciona la hipersexualización de las sociedades occidentales. Nada más lejos de la realidad. Con ecos evidentes de “Belle de Jour”, de

l, esta última película de

(“Bajo la arena”, “8 mujeres”, “Swimming Pool”, “5x2 (Cinco veces dos)”, “Mi refugio”, “Potiche, mujeres al poder”, “En la casa”) carece casi por completo de perspectiva ética, y confirma el enfermizo gusto del cineasta parisino por las historias sórdidas, y por un tratamiento explícito y morboso del sexo. De hecho, cuando parece que la historia comienza a adoptar un cierto enfoque moral, Ozon da un giro y se lanza hacia una visión patéticamente complaciente con el autodestructivo hedonismo dominante, que entiende el autodominio como autorrepresión, y se deja seducir por las pasiones más animales del ser humano. De modo que, aunque está bien rodada e interpretada, “Joven y bonita” se queda en un insufrible ejercicio de exhibicionismo sexual y voyeurismo, sólo aliviado por las románticas y tristes baladas de la cantautora, actriz y modelo francesa

.