Es lógico que a medida que se acerca la fecha del 1 de octubre, fijada por los independentistas para celebrar el referéndum secesionista, crezca la ansiedad entre la inmensa mayoría de los españoles. La Generalitat, tras las prohibiciones del Tribunal Constitucional, ha ido más allá de lo que se esperaba. Pero a pesar de esa ansiedad conviene seguir manteniendo la sangre fría. Después del 1 de octubre viene el 2 de octubre, y no solo hay que impedir el referéndum. No solo es necesario vencer con el Estado de Derecho, sino convencer a un gran sector de la población catalana de que la pretensión secesionista, y el modo en el que se está llevando a cabo es un atropello y un despropósito.

La gestión económica de la Generalitat está ya en manos del Gobierno, hay órdenes de la fiscalía para que todas las policías eviten las votaciones. Se está incautando material electoral e interrogando a los alcaldes que quieren apoyar el referéndum. Hace falta paciencia. La respuesta tiene que seguir siendo proporcionada. Y seguramente no podrá impedir algún tipo de simulacro con algunas urnas. Para lo que pueda pasar después del 1 de octubre habrá que reservar los instrumentos más contundentes.