Alemania, Francia y España han vivido detenciones de yihadistas en los últimos días. En el caso alemán es especialmente grave, por razones evidentes. Aprovechar las redes de refugiados para esconderse entre ellos y usarles como pantalla es una táctica repugnante pero rentable para los terroristas. De este modo consiguen alimentar sentimientos de desconfianza y rechazo, al mismo tiempo que se infiltran y pasan inadvertidos.En Francia y España los detenidos tienen otro perfil, tanto o más preocupante. Se trata de jóvenes europeos de familias de tradición musulmana a quienes el yihadismo cautiva a través de las redes sociales.Estas detenciones nos obligan a preguntarnos muy seriamente qué está pasando. Es verdad que las fuerzas policiales son efectivas, pero no lo es menos que vivimos en un estado de alerta constante que nos obliga a trabajar sobre los lugares de captación de los jóvenes y sobre las razones que les llevan a desear convertir en realidad la virtualidad de las redes y los videojuegos. La batalla cultural es tan necesaria como la policial, aunque se desarrolle a más largo plazo.Estamos ante una cuestión de seguridad nacional y continental que exige fortalecer las redes de cooperación en materia educativa y social. Europa tiene un problema y sus gobiernos están obligados a diseñar estrategias a corto y medio plazo para atajar y prevenir.