El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, comienza este lunes su visita oficial a Cuba. Es  la primera de un ministro español desde 2010 y supone, de hecho, la superación de la que se llamó la Posición Común acuñada por José María Aznar que exigía una transición hacia la democracia a cambio de algún acuerdo con la UE. Desde hace meses ministros de diferentes países europeos han viajado a la Habana  buscando nuevas relaciones en un nuevo contexto. Ese cambio diplomático no tiene por qué suponer una renuncia a impulsar la democratización de la isla. En los últimos 20 años han cambiado muchas cosas y es útil explorar nuevos caminos para fomentar la apertura. La relación comercial entre España y Cuba es muy intensa, el régimen de Raúl Castro, por necesidad, ha ido dando pequeños pasos para dar paso a la iniciativa privada, su próxima participación en foros regionales puede ser decisiva. Esos y otros elementos pueden servir para facilitar un cambio y siempre hay que buscar el mejor modo de fomentarlo. El modelo no puede ser el que ha mantenido Estados Unidos. Pero explorar nuevas vías no puede significar olvidarse de los disidentes, de los que luchan por la democracia desde hace décadas y ven restringidas sus libertades más elementales. El pueblo cubano sufre una terrible dictadura, situación que no puede dejarse de lado.