Tres días después de que el Papa Francisco hiciera un llamamiento a los líderes religiosos musulmanes para que condenaran el terrorismo yihadista, el jeque de las más prestigiosa institución islámica, la Universidad cairota de Al Azhar, ha condenado sin rodeos las atrocidades cometidas por el autoproclamado “Estado Islámico”. La condena se ha producido en el curso de una conferencia de prensa internacional, en compañía de otros líderes religiosos de veinte países islámicos, entre ellos Arabia Saudita y Marruecos. Casi al mismo tiempo, el secretario de Estado norteamericano confirmaba la participación de Irán en la lucha contra los terroristas, a petición expresa de Irak. Muy al contrario, el presidente de Turquía, Erdogán, a pesar del millón y medio de refugiados sirios e iraquíes acogidos junto a sus fronteras, así como su pertenencia a la OTAN, ha criticado estos días lo que considera una corriente de islamofobia en el mundo occidental, así como la intervención  en Irak y Siria. Lo cierto es que el dividido mundo islámico todavía no se ha movilizado lo suficiente, más allá de las palabras, para detener el avance terrorista. Las atrocidades del llamado “Estado Islámico” se extienden por diversos países africanos, en especial en la cercana Libia, donde nuestro ministro de Asuntos Exteriores ha advertido de la necesidad de intervenir, ante el riesgo de que el Mediterráneo se precipite al abismo.