En la conocida entrevista que el Papa ha concedido a las revistas de la Compañía de Jesús, el Santo  Padre decía que no podemos seguir insistiendo sólo en determinadas cuestiones, y que éstas requieren una estructura y un contexto adecuado para ser bien entendidas. Esto no es en ningún caso una llamada a callar, ni por supuesto a halagar al mundo para así evitar su condena, sino a difundir el mensaje cristiano con ardor y con los medios más adecuados, para que pueda tocar y cambiar eficazmente el corazón herido de nuestros hermanos los hombres.El Papa ha dado ejemplo un ejemplo concreto al día siguiente de publicarse la entrevista. Y lo ha hecho en un encuentro con ginecólogos católicos de todo el mundo. Su llamada a difundir la cultura de la vida no puede ser más clara. Todo niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Cristo. Y todo anciano, incluso si está enfermo o al final de sus días, porta en sí el rostro de Cristo. No se pueden eliminar, como nos propone la cultura del descarte. La vida, nos ha recordado el Papa, es en todas las fases y a cualquier edad sagrada, y siempre de calidad. El primer derecho de la persona humana es su vida; es el bien fundamental, condición para todos los demás. Lo ha dicho el Papa, muy claramente. Otra cosa es que algunos no lo hayan querido escuchar o no hayan podido hacerlo, porque la mayoría de los medios, en este caso, han aplicado sobre sus palabras el rodillo del silencio.