La localidad francesa de Calais se ha convertido en una nueva frontera de la incapacidad europea para afrontar con realismo y solidaridad el drama de la inmigración. Desde el pasado mes de junio han sido nueve los inmigrantes que han fallecido en el intento de llegar al Reino Unido a través del túnel del Canal de La Mancha. En los últimos días son miles los que se agolpan en esa zona, colapsando el acceso de los británicos al continente en pleno período vacacional. Lo que hasta ahora parecía un problema de los países del sur ha cambiado de coordenadas en el mapa de una Europa que carece de una política migratoria común y de un ejercicio de solidaridad básico. Una insolidaridad alimentada por declaraciones desafortunadas como las de  David Cameron, que ha proclamado que protegerá a los ingleses de la plaga de los sin papeles. La respuesta adecuada al fenómeno de la inmigración en Europa tiene que ser mucho más amplia y profunda que la reacción de algunos países, que se limitan a responder, de forma unilateral, con medidas de seguridad desproporcionadas. La primera respuesta pasa por el respeto a la dignidad humana de los inmigrantes, que se hacinan en campos de refugiados en el corazón de Europa, en condiciones inhumanas. Es necesario que la Unión Europea deje de minusvalorar esta constante avalancha y realice un ejercicio de coherencia, garantizando la seguridad común y armonizándola con los valores que la conforman desde sus orígenes.