Los fanáticos que han perpetrado el terrible ataque terroristas contra el semanario ‘Charlie Hedbo’ no sólo buscaban su estúpida venganza en nombre su Dios, también sabían que difundir el horror les hacía más fuertes. Será difícil olvidar la imagen del asesinato a sangre fría de una de las 12 personas que perdieron ayer la vida y que han difundido todos los Medios…Una repercusión que viene a confirmar la creencia dentro de los grupos terroristas como Al Qaeda o el Estado Islámico, también cárteles del Narcotráfico, que han visto en las redes sociales e Internet el método más rápido para su propaganda del miedo. Youtube, Twitter, Facebook o Instagram son sus nuevas plataformas. Ahí difunden sus asesinatos, secuestros, mensajes o captan nuevos fanáticos para su causa. Así lo recoge un informe de la ONU y un estudio reciente de la Universidad de Washington. Todas las organizaciones están online como demuestra el hecho de que en 1998 sólo había 12 sitios webs vinculados al terrorismo y a fecha de hoy ronda ya más de 10.000 sitios. Y todas, por supuesto, tienen activos foros o chat donde compartir sus consignas.  La utilización más perniciosa y cretina de las redes sociales las convierte en herramientas de reclutamiento, propaganda, captación de fondos o como se ha comprobado en muchos casos a difundir manuales sobre la elaboración de bombas o artefactos. Paradójicamente se amparan en la libertad de expresión que dan las redes sociales para ejercer el mal. Una utilización vil que llevan acabo sin tapujos como demuestra el hecho de la existencia de la revista en inglés ‘Inspire’, que recluta fanáticos en Estados Unidos y todo el mundo mediante sus publicaciones. Pero por qué utilizar las redes sociales. Basta con recurrir a cualquiera de los vídeo difundidos en Youtube por los fanáticos de turno ejecutando a un rehén para entender la repercusión mediática que tiene cuanto hacen. Las reproducciones de esos vídeos por más que las plataformas se apresuren a eliminarlos se cuenta por cientos de miles. Su viralidad es tremenda como bien saben los expertos que asesoran a estos grupos criminales. Por que, eso sí, los recursos son cada vez mejores. Buenas cámaras, mejores medios y gente preparada. Tanto que algunos se permiten una asquerosa faceta artística. La puesta en escena del vídeo que difundió los momentos previos al terrible asesinato del reportero norteamericano, James Folley, es idéntica al final de la película Seven, Pero las redes sociales les dan algo más. Algo muy importante: son los canales más populares para su público objetivo. Los terroristas quieren ser parte de las modas de los jóvenes y por eso están en ellas. Les permiten llegar a un público objetivo como jamás lo habrían pensado porque las redes son sitios libres, amigables y que suelen inspirar confianza entre los jóvenes.  La gran diferencia con otras difusiones de sus mensajes fanáticos es que ellos llegan a los receptores y no tiene que esperar a que les busquen. Un hilo directo como nunca antes. Quizá el ISIS ha sido el grupo yihadista que mayor optimización ha dado a las redes sociales. Su trabajo en este ámbito ha sido tan eficaz como para atraer a miles de seguidores en todo el mundo, sus potenciales yihadistas, de ahí que cada vez sean más los extranjeros, procedentes de Europa, que se suman al grupo. Graban, editan y postproducen elaboradas películas como arma de guerra para intimidar a sus enemigos. En la reciente toma de Mosul, ISIS se sirvió de Twitter para crear una sensación de avance que no era estrictamente real. Cientos de tuiteros informaban acerca del avance, colgaban fotos y vídeos, documentos de todo tipo para debilitar la resistencia. La ofensiva online funcionó.Pero cómo es posible combatir esta aberración perpetrada gracias a la libertad de expresión que tanto parecen detestar y que sin embargo utilizan de herramienta. La respuesta es compleja, pero los gobiernos trabajan en seguimientos en redes de todo lo relativo al ciberterrorismo. Se monitorizan todas las conversaciones, vídeos y fotos compartidas a través de los miles de perfiles sospechosos de ser filoterrorista. Un trabajo ingente para la Policía pero que suele dar algunos frutos, como recientemente hemos visto en España con la detención de 19 jóvenes por apología del terrorismo e instigación a las víctimas.