Me quedo para terminar hoy con una foto que firma César Rangel en La Vanguardia. Es el retrato de unas manos. Manos sobre fondo rojo se podrían titular. Blancas, limpias, arrugadas pero no mucho, la mano izquierda se posa sobre la derecha, las dos descansan sobre el brazo de un sillón de escay rojo, de aquel escay que quería imitar el cuero y que tan de moda estuvo hace un tiempo. Las manos salen de las mangas de un jersey, de un saquito colorado en el que el foco de la cámara se desdibuja. Varios dedos están ensortijados con trozos de esparadrapo, en el índice y en el anular la artritis ha dejado su huella, que parecen sarmientos con nudos. La piel, ya digo, fina, que se intuye suave, quizás con olor a jabón humilde, o a lejía, que esas manos han fregado mucho. Manos como palomas sabias, en las que el tiempo y las heridas no han dejado cicatrices, manos como palomas serenas que se posan sin ira sobre el escay. Son las manos de la Feli, que las sigue utilizando para frotar porque en casa no hay lavadora. La Feli nació en Tarragona, se fue a Barcelona a servir y luego entró en una fábrica. Más tarde se casó con Joaquín, se fue a vivir con sus suegros. Murieron los suegros, murió su marido Joaquín y murió casi toda la familia. Que la Feli tiene casi 90 años. Y que ahora puede perder la casa en la que vive desde hace más de 50 años por cosas de herencias, que malas son las herencias que desatan todo lo oscuro. Si pudiéramos ver los ojos y el rostro de la Feli, quizás ahí sí, en sus pupilas, en sus ojeras, en su frente, estén las huellas de todo lo sufrido, quién sabe si el velo de un cierto resentimiento, quien sabe, que hay penas y dolores que se le quedan a una muy dentro. Pero en las manos de la Feli no hay nada de eso, que las manos de la Feli son como palomas sabias, que huelen a ratos a lejía y a agua de batanero, a ratos a jabón. Son manos como de niña, limpias y pacíficas, con la tortura del reuma, que desinquieta está una con el reuma, son manos vendadas, pero son manos sin resentimiento. Quién tuviera las manos de la Feli, manos que dicen que suceda lo que suceda, lo que sucede siempre conviene. Manos agradecidas, manos humildes, manos como de niña a las que el tiempo ha hecho más limpias, más sabias, más dispuestas a recibir lo que venga. Que el tiempo en las manos de la Feli no es ni traidor ni enemigo sino compañero amable.