Iborra y Víllora reflexionan con lucidez sobre la bondad en el maravilloso musical ‘Los chicos del coro’
¡Mis queridos palomiteros! ‘Los chicos del coro’: Impactante musical y lúcida reflexión sobre la bondad. En febrero del año en curso, T2R group, KAKK group y el grupo Pentación hicieron público que Los chicos del coro tendría una versión teatral y musical. Desde entonces, las expectativas sobre el qué y el cómo se multiplicaron.
Naturalmente, motivos para el júbilo del gran público no faltaban, que recordaba con gran agrado la versión fílmica homónima de 2004 -candidata al Oscar-, que supuso el debut en la dirección de largometrajes del parisino Christophe Barratier (que la rodaría con solo 40 años), y quien recibió críticas muy elogiosas.
‘Los chicos del coro’: Impactante musical y lúcida reflexión sobre la bondad
En el caso que nos ocupa, el anuncio del nuevo montaje añadía que sería la primera vez que se iba a representar en España. Y más en concreto en Madrid. El resultado, desde su estreno el pasado 17 de noviembre en el céntrico Teatro de La Latina -dirigido por don Jesús Cimarro-, es que nos hallamos ante un excelente espectáculo -en forma y fondo- que recoge la esencia histórica del drama sin incluir un solo diálogo de la película francesa.
Esa obra de ingeniería en la afinadísima arquitectura dramática -escritura de las canciones incluida- es asunto del también reconocido director de escena albaceteño de 54 años Pedro Víllora (María Callas, Sfogato u Ofelia –libreto que por cierto ya ha sido editado en Sial Pigmalión-), ejemplo evidente de la gran calidad de nuestros escritores españoles.
Por su lado, asume el importante reto de la dirección el cineasta alicantino de 63 años, Juan Luis Iborra, referente de historias fílmicas patrias como Valentín (2003), que ha contado con 15 niños en escena en cada función de una coral total de 80, entre 6 y 17 años -repartidos en varios elencos-, y que se ha rodeado de acreditados especialistas en el oficio. En este sentido, ponemos en valor el trabajo de Rodrigo Álvarez en calidad de director musical, el diseñador del espacio sonoro Javier G. Isequilla, el diseñador de iluminación Juanjo Llorens y David Pizarro, responsable de la escenografía.
La historia del musical Los chicos del coro se ambienta en la Francia de 1949, tras la Segunda Guerra Mundial. La pobreza y los conflictos sociales se convirtieron en protagonistas de unos años en los que muchos menores se quedaron huérfanos. Y es en ese punto desde donde arranca el drama, en un correccional -Fondo del Estanque- dirigido por el estricto Rachin (Rafa Castejón).
Esa oferta por la bondad, por la oportunidad de conocer realidades nuevas y reconocer que el mundo necesariamente no es siempre gris, pone en valor el justo tono del delicado asunto sobre los sentimientos del conjunto
Y de protagonista tenemos al profesor Mathieu (Jesús Castejón), un hombre que concibe la enseñanza a partir del diálogo y el uso de la razón. Para él, la música tiene una fuerza transformadora que puede ayudar a sanar el alma y cambiar la conducta de los chicos.
A estos dos chocantes personajes -los actores son hermanos en la vida real- les acompaña un reparto de fábula, de suficiente y extensa trayectoria: Natalia Millán (Violette Morhange), Eva Diago (Profesora de matemáticas), Antonio M M (Maxence), Iván Clemente (Pascal Mondain) y Enrique R. del Portal, que realizan un trabajo impecable, tanto musical como dramatizado, junto a un elenco de jóvenes promesas del cine y del teatro, es decir, los integrantes del coro, que dan forma y contexto a la aventura.
Por su parte, Los chicos del coro cuenta además con una apabullante puesta en escena, con una muy elegante y generosa escenografía que se extiende y asciende por los palcos del recinto y que funciona como un reloj de precisión con el propio baile de telones -otro juego escénico bien traído-, que genera espacios y atmósferas nuevas de gran credibilidad y realismo.
Por si no fuera suficiente, hemos de poner el acento en cada uno de los números musicales, bastantes y variados –brillantes todas las coreografías– donde el sonido incidental parte de música en directo lanzada desde uno de los palcos. Con todo ello armado y bien trabajado, puntualizamos que el libreto está bien estructurado y dialogado, va al grano desde el principio y logra que el espectáculo adquiera una entidad única, incluidas las episódicas subtramas.
Esa obra de ingeniería en la afinadísima arquitectura dramática -escritura de las canciones incluida- es asunto del también reconocido director de escena albaceteño de 54 años Pedro Víllora
Otro de los aspectos más interesantes del musical es la fuerza que tiene para revertir la idea del mal en bien, sobre todo a partir de esa imagen tan atractiva del antihéroe, del hombre aparentemente fracasado que solo pretende hacer su trabajo en un ambiente algo hostil y lleno de prejuicios. Esa oferta por la bondad, por la oportunidad de conocer realidades nuevas y reconocer que el mundo necesariamente no es siempre gris, pone en valor el justo tono del delicado asunto sobre los sentimientos del conjunto -ni facilones ni gratuitos-, y da la medida perfecta de que el amor, y el ejemplo de las acciones hechas con amor, puede cambiar del todo los comportamientos en cualquier sociedad.
Queda, pues, un gran y exigente trabajo, realizado con pasión y tesón, que se ve recompensado con esta genial y muy recomendable versión de muy alto nivel interpretativo. ¡Muy, pero que muy recomendable!
