Tomas aire, «Dog Soldiers» y luego soplas - Libros a pie de calle

Tomas aire, «Dog Soldiers» y luego soplas

Acaba de nacer y no, no es el hijo de Harry y Megan, es Malas Tierras, una pequeña editorial que ha decidido cargar de sentido su nombre estrenándose con «Dog Soldiers» de Robert Stone. En el momento previo a la lectura vives a respiración constante pero, de pronto, pones los pulmones en standby hasta que la narración te lo permite, y luego soplas. Como cuando todo está en silencio y un ruido te pone alerta, necesitas un profundo silencio para reconocerlo y hasta el insignificante sonido de la salida del aire puede impedírtelo.

«Dog Soldiers» llega de Vietnam y huele a restos de Napalm, la guerra ha terminado, pero no deja de ser una bomba de relojería. Un periodista traumado por las imágenes de la guerra, a pesar de haber estado, como quien dice, en la retaguardia. Un soldado desquiciado por el olor de los ácidos que nadie es capaz de amortiguar. Una mujer bajo los efectos de la soledad y otras drogas. Un sinfín de personajes que llevan muy dentro el sudeste asiátiaco de una u otra forma. Un vacío que necesitan llenar con algo, porque después de haber vivido al límite, cualquier vida se vuelve anodina.

Muchas veces hago referencia a las sinopsis de las contracubiertas de los libros porque odio cuando el editor, o quien tome la decisión, redacta un resumen de diez líneas y te destripa la historia. Como los malos tráilers de las películas que dan demasiados detalles sobre lo que vas a ver; a veces no necesitas terminarla para saber lo que va a pasar. Reconozco que desconfié de Malas Tierras, pero es tal la complejidad de los personajes que construye Stone que, ¡sorpresa amigos!, me había montado una película en mi cabeza completamente diferente. Allá va.


«Saigón. La guerra de Vietnam toca a su fin. John Converse, periodista de tercera y escritor de cuarta, confía un paquete de tres kilos de heroína al marine Ray Hicks para que se lo entregue a Marge, su mujer, en California. De vuelta en Estados Unidos, todo parece torcerse cuando, tras descubrir que Marge y Hicks han desaparecido con la mercancía, Converse es secuestrado por un policía federal corrupto que sigue el rastro de la droga»


No voy a inventarme nada acerca del autor, lo desconocía totalmente. Pero hay una realidad que se repite siempre que leo textos escritos por periodistas, cierro el libro y me invade una agradable sensación que confirma que no he malgastado ni un solo minuto de mi tiempo. Son los mejores. No sé si padezco alguna especie de síndrome simpatizante de la profesión, pero no creo que sea coincidencia que Truman Capote, Vargas Llosa, Steinbeck, Kapucynski, Tom Wolf o Orwell, escritores que he leído y que me vienen ahora a la mente, sumando a la ecuación a Robert Stone, lo hayan sido.

A todos ellos se les da genial eso de escribir libros. Imagínate a Stone que decidió llevar a la ficción su paso como reportero por la guerra de Vietnam; una de las peores de nuestra historia, si es que hay grados en esto de la violencia. Pues directa desde Saigón sale una joya. No voy a ser yo quien haga el spoiler, pero uno de los capítulos del tramo final te traslada, billete directo, al instante previo a la muerte. Una narración desordenada y descriptiva que consigue proyectar en tu mente esa mítica escena de las películas en las que el personaje, cualquiera, sabe que va a morir.


«Respiró hondo y volvió a concentrar el dolor. Era difícil de reunir. ¿Amontonarlo como el heno? ¿Chuparlo con un aspirador? Meterlo dentro de algo.
¿Dónde está ese triángulo?
Pero quizás es un error aislaro así. Puede que sea estúpido mantenerlo apartado donde se pueda ir enfadando cada vez más; allí se encona a la espera de escapar y dejarte baldado. Pero si pudieras mantenerlo ahí encerrado tal vez podrías seguir adelante.
Experimento. Prueba con esto y puede que al final desaparezca: es parte de ti… Siempre hay algo que te duele: labios con calenturas padrastros en las uñas, ampollas, dolor de muelas. El dolor eres tú. Siempre hay alguno rondando»


Cuando era pequeña y empezaba un nuevo libro me generaba cierta reticencia dedicarle unos minutos, o el tiempo necesario, a la lectura de los prólogos. Yo solo quería empezar el libro. Pero no puedo dejar de destacar el increíble análisis de Rodrigo Fresán para «Dog Soldiers» porque, sin duda, es una excelente guía previa a la lectura de la novela. Contextualiza al autor en su época, nos habla de sus coétaneos. También nos acerca a los personajes que pueblan estas páginas para que podamos entender el por qué de muchos de sus comportamientos. En definitiva, una orientación muy valiosa si, como yo, desconoces a Robert Stone y lo que le rodea.

Acaba de nacer una editorial que apunta maneras, susceptible de descubrirnos un nuevo universo literario con obras y autores desconocidas para una lectora como yo. De hecho, ya están cocinando un segundo título, esta vez de Chris Offutt: «Mi padre, el pornógrafo», no lo conozco pero me gustaría hacerlo.

«Aún hay esperanza para todo aquel que esté entre los vivos, porque mejor es perro vivo que león muerto»



 

Titulo: Dog Soldiers

Autor: Robert Stone

Editorial: Malas Tierras

Fecha de Publicación: 2018

Número de Páginas: 380

Precio: 21 €
 

¡A leer!

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