El Norte - Excelencia Literaria

El Norte

Isabel Ros, ganadora de la XII edición

www.excelencialiteraria.com

 

 

¿Qué imagen te transmite calma y placidez?

¿Cuál es tu recuerdo más feliz?

Para Sandra, la respuesta a estas dos preguntas siempre era la misma: el último verano que pasó con su madre, a orillas del mar Cantábrico. Fueron un par de semanas plenas, que disfrutaron hasta la última gota.

Siempre habían estado las dos juntas y solas. Y siempre se habían llevado muy bien, incluso cuando la adolescencia hizo estragos en el carácter de Sandra.

Solían pasar el verano en la ciudad, pero aprovechaban los pocos días de vacaciones de la madre para hacer un viaje. Sin variación, iban al Norte, que les atraía como un imán al hierro.

Desde que Sandra terminó sus estudios y consiguió una plaza en un hospital para ejercer la enfermería, hacían lo imposible en agosto por hacer coincidir sus días feriados. Vivían juntas, pero los compromisos profesionales y sociales habían provocado que sus momentos compartidos fueran escasos. Aun así, nunca dejaron de encontrar hueco en sus agendas para hacer planes de chicas, que tanto les divertían.

De pequeña, Sandra había sentido envidia de sus amigas, que podían permitirse esos momentos de diversión exclusiva con sus hermanas. Ella no podía, porque no las tenía. Un día no aguantó más y rompió a llorar. A partir de entonces, su madre instituyó, resuelta y conocedora de lo que su hija necesitaba, que las noches de los sábados saldrían juntas por la ciudad para hacer realidad esos planes propios de las mujeres, como si no pasaran juntas todos los momentos de la semana.

Desde que falleció, Sandra tenía un recuerdo grabado a fuego. Ocurrió una noche de finales de agosto, en el Norte, donde también vivían la costumbre de aquellas diversiones exclusivas para chicas. Se rieron tanto, que su madre se atragantó con el vino tinto; casi las echaron de la terraza en la que se habían sentado, por escandalosas. Sí, le gustaba que el recuerdo más frecuente de su madre tuviera el sonido de su risa. Por eso, cuando le preguntaban por el momento más feliz de su vida, aseguraba, sin dudarlo un instante y con el dibujo de una sonrisa:

–Emborracharme de carcajadas con mamá.

Después miraba al cielo y le guiñaba un ojo a una nube.

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