Moad - Excelencia Literaria

Moad

 

 

Isabel Muñoz

Ganadora de la XVI edición

www.excelencialiteraria.com

 

 

Mamá dice que el tiempo lo cura todo, pero no creo que sea verdad. Cuando se lo comenté, me dio una hoja de papel de las que utiliza para hacer figuritas y un lápiz de los que usaba yo en el colegio. ¡Qué cosas!… Me animó a que le escribiese una carta a mi yo del futuro, contándole lo que había hecho ese día. Después la enterraría en el sótano, cerca de las botellas rotas a las que no puedo acercarme, para que dentro de un tiempo yo vuelva a leerla para comprobar cómo cambian las cosas.

 

<<Hola, Mo del futuro. Espero que estés mejor que mi yo del presente y que puedas salir a jugar con Amin y Nadim. Y, sobre todo, que este dichoso monstruo del que tenemos que escondernos todos los días, ya no exista. ¡Se enfada por todo! Por no acostarnos pronto, por no terminarme la comida… Le escucho rugir afuera. Seguro que es por algún niño que no se ha lavado la cara o no se ha despertado temprano. Al menos, mientras yo haga las cosas correctamente, el monstruo no vendrá a por mí, o a por mamá, o a por papá y la abuela.

Cada mañana me despierto con el sonido de la alarma anti monstruos a lo lejos, y me pongo en pie de un salto. A veces es verdad que me hago el remolón, como dice la abuela, hasta que escucho un primer golpe tan, pero tan fuerte que alguna vez me he caído de la cama. Sé que me está mirando con su visión láser y se está impacientando. Papá me dijo que un día se quedó dormido y que, al tercer rugido, el monstruo se abalanzó sobre él, y que por eso le falta una pierna. Esa historia me pone los pelos de punta. Desde entonces, me asegura que se levanta muy temprano y vigila alrededor de la casa para que el monstruo no me haga daño. Es el padre más valiente del mundo. Espero que mi yo del futuro sea tan arrojado como él.

 

El desayuno es mi parte favorita del día. Últimamente por las mañanas tengo más hambre de la normal, porque solo me dan tres galletas. Será que nos estamos quedando sin ellas. Las repetimos para almorzar y cenar, pero no me canso. ¡Están tan ricas…! La abuela insiste en que si no me acabo hasta la última miga, vendrá el monstruo. Pero no me asusta, porque con este hambre puedo comerme hasta la servilleta si hace falta. ¡Punto para Moad!

 

El resto del día es bastante aburrido. A veces me siento con mamá, papá y la abuela en el sofá, y miro al techo del salón. Una tarde nos inventamos un juego: adivinar cuántas veces seguidas iba a rugir el monstruo. Fue muy divertido, pues el ganador tuvo una galleta más para cenar. Y fui yo quien adivinó los siete rugidos seguidos. Nunca lo había escuchado tan furioso.

 

Si gano el juego, tengo una galleta más para cenar. Normalmente es mamá quien me la da, aunque ella se quede sin nada en el plato. Entonces la divido en cuatro partes y le doy una a cada uno. Mamá lloró la primera vez que pasó. Me abrazó entre lágrimas y besos pegajosos diciendo: <<Ay, Mo, mi pequeño…>>. ¡Cuándo van a asumir que ya no soy pequeño! Hace poco cumplí ocho años. Según papá, a esta edad eres un chico grande, aunque mamá no quiera entenderlo.

 

Por la noche bajamos a la habitación y nos acostamos. Es muy divertido, porque papá y yo jugamos a las tiendas de campaña con una linterna, y después la abuela nos cuenta historias de su juventud y mamá canta esa canción tan bonita hasta que nos dormimos.

 

Te he contado todo lo que tengo que contar. Ha sido entretenido escribir. Dice mamá que hay otros niños que hacen esto mismo . Espero que a ti, Mo del futuro, te pasen cosas más interesantes, que te elijan para luchar contra el monstruo, como a papá. Quién sabe; a lo mejor le vences.

 

Ahora voy a darle la carta a la abuela, para que me revise la ortografía.

 

Moad>>.

 

 

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