La infantecracia - Excelencia Literaria

La infantecracia

Francisco Javier Merino

Ganador de la X edición

www.excelencialiteraria.com

 

 

La Cumbre del Clima celebrada en Madrid, en diciembre de 2019, pasará a la historia como la Cumbre Thunberg, en honor a la niña sueca de dieciséis años que, de la noche a la mañana, pasó de ser una estudiante de escuela a la mayor experta en lucha contra el cambio climático. Me resulta irrisorio ver a políticos aceptar lecciones sobre medio ambiente de una niña que ni siquiera ha conoce las nociones básicas sobre Geografía que recibimos los estudiantes de Letras en Segundo de Bachillerato.

Pero no es el caso más precoz… <<Tengo ocho años y soy transexual>>. Así se presentó Elsa en la tribuna de la Asamblea de Extremadura. Muchos se preguntan qué sexo consta en su DNI. Seguramente todavía ninguno, porque no es obligatorio tener expedido el DNI hasta los catorce años. Pero que no se ofendan ni Elsa ni sus padres: con ocho años nadie debería proclamarse transexual, ni homosexual ni heterosexual. Simplemente se debería ser niño. O niña. La infancia debe disfrutarse al tiempo que se van adquiriendo los conocimientos que van formando a la persona, conocimientos que quizás en un futuro puedan servir para dar discursos desde un atril. Si un político acepta lecciones sobre algo tan complejo por parte de Elsa a sus ocho años, debería dimitir por incompetente.

Podría pensar algún despistado que este es un artículo contra los niños. Ni mucho menos. Con lo que nos gustaba que nos prestasen atención de pequeños, ¿quién no se hubiera subido a una tribuna de haber tenido la oportunidad? La culpa, por tanto, no es de Greta ni de Elsa, sino de estos políticos que lejos de liderar a la sociedad, se están convirtiendo en una carga para la misma.

Parece que la política de los argumentos ha sido expulsada por la de <<esto es así porque lo digo yo>> (<<todos contaminamos, porque lo digo yo>>, <<a todos los niños hay que someterlos a la teoría de género, porque lo digo yo>>). Y si este brillante argumento todavía no resulta convincente a los ciudadanos, el político tiene el truco del niño al que pone encima de un cajón para compensar su escasa altura, frente al que hace como si escuchara atentamente su discurso, impartido desde el puesto de los representantes de la soberanía.

Afortunadamente no todos los políticos son así. Algunos quedan que todavía son capaces de ofrecer buenos argumentos, aunque sean silenciados por los gritos de Greta Thunberg y compañía. Pero estemos antentos, pues nos encontramos en una fase de transición: de la democracia a la infantecracia.

 

 

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