Un extraño visitante - Excelencia Literaria

Un extraño visitante

Ana Santamaría

Ganadora de la XIV edición

www.excelencialiteraria.com

Hoy ha llegado un visitante a la ciudad. No es la primera vez viene, pero esta vez no ha avisado de su llegada. Ha entrado por la puerta de atrás, sigilosamente y sin hacer apenas ruido. Poco a poco ha ido saludando a los paisanos y, con una sonrisa, ellos le han dado la bienvenida. Tenía cara de bueno. De hecho, los ha convencido a todos de que su presencia es vital para el desarrollo de la ciudad. Y lo más alarmante es que no se equivocaba. Necesitábamos que viniera, aunque no de esta forma, porque de pronto ha invadido nuestras casas, se ha acomodado en nuestros sillones, ha probado nuestras comidas y ha descansado en nuestros mullidos colchones. Se ha sentado al calor de la chimenea y ha contado sus historias mientras observaba el crepitar del fuego. Curiosamente, ni un solo ciudadano ha sido capaz de repetir esas historias. Nadie sabe qué ha contado, aunque todos lo han escuchado con atención. Nadie es capaz de expresar con claridad lo que han sentido al verlo, ni la sensación de parálisis que les ha invadido cuando ha llamado a su puerta. Nadie ha sido capaz de cerrarla en sus narices. Y, de pronto, los ciudadanos no saben responder a ni una sola pregunta. Nadie está seguro de nada de lo que hay a su alrededor, ni siquiera aquellos que suelen presumir de tener las ideas claras. Ese extraño visitante, más que haberles sacado los pensamientos de la cabeza, parece habérselos mezclado todos. Parece haber removido sus ideas como quien mueve la sopa en la cazuela. Parece que ha usado su extraño poder y su inicial disimulo para mezclar la verdad con la mentira. Los pobres habitantes de la ciudad ya ni siquiera saben qué es eso de la verdad.

Habían dado pasos de gigante. En pocos años habían construido grandes y preciosos edificios en los que almacenaban verdades como puños. Habían empezado a expandirse, a abrir sus murallas para poder enriquecerse de las costumbres de los pueblos vecinos. Sabían que solo así vivirían en paz y que aquella era la única manera de defenderse de todo aquel que intentara derribarla. Al contrario de lo que siempre se ha pensado, es más fácil entrar en una ciudad amurallada que en una que ha decidido ampliar sus horizontes.

Pero ahora, el cielo se ha nublado sobre ella. El visitante ha conseguido parar el tiempo por un momento. Los amigos desconfían unos de otros y las familias han comenzado a sembrar las dudas en sus huertos. Esto es lo que ha traído consigo el forastero: duda. De hecho, con este extraño nombre se hace llamar. Desde que ha llegado a mi ciudad, a la que también llamo «mente», todo en mí es confusión. Las ciudades vecinas también han sido invadidas, como por ejemplo aquella que llaman «corazón». Sus habitantes, apodados «sentimientos» ya no saben siquiera quiénes son.

Y aquí estoy, hecha un mar de dudas, como suele decirse, aunque nunca se dijo con más acierto que en esta ocasión. Pero no tengo miedo; ese aún no ha venido a la ciudad. De hecho, para él tengo muchas defensas preparadas. Sé que mis ciudadanos se unirán, que las ciudades lucharán juntas por la paz que solía reinar en ellas. Sé que «duda» se irá y que lo que quedará de ella serán solo los restos de una batalla que terminará por fortalecerme. Los habitantes serán capaces de construir nuevos edificios para guardar la verdad. Las familias volverán a su rutina y un día recordarán con alegría cómo se fue «duda», dejando tras de sí mucha más seguridad de la que nunca había habíamos tenido. Justo lo contrario de lo que el visitante quería.

Estoy preparada para luchar.

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