'Crónicas perplejas': “La pizza es un mordisco sentimental, es exactamente como el amor”
Cuenta Antonio Agredano el verdadero sentido de la pizza
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
Cada vez que puedo, me escapo a Italia. Siento que pertenezco a esas calles de alguna manera. Siempre fantaseé con vivir allí, aprender el idioma, buscarme la vida entre el bullicio. Aprender a cocinar.
Ni a la pasta se le echa queso rallado ni la buena pizza lleva tomate, suelo contar. Hablo de oídas, de lo que veo aquí y allá. Una amiga italiana me enseñó a hacer espaguetis con carne. Me dijo que nadie llama a esa receta boloñesa, que eso es un invento americano.
Cuando la vida aprieta, cuando los días se vuelven densos, aterrizo en Roma, en Florencia, en Venecia o en Nápoles. Y paseo, sin prisa y sin destinos. Y bebo y como y amo, que es para lo único para lo que sirvo.
Nunca me gustó la pizza cuatro quesos, pero no tengo problema en echarle piña. No entiendo a la gente que se deja los bordes. Pero ya hace tiempo que dejé de ser beligerante. Que cada cual haga lo que le venga en gana.
Porque lo mejor de la pizza es compartirla. El resto no importa. Hay una felicidad infantil en ella. Como una suerte de confesión y de pecado. Como un exceso que se vive a medias. La pizza parece fácilmente divisible, pero cuando te llevas tu trozo, terminas arrastrando lo de la otra mitad. En eso también se asemeja a una relación.
La pizza es un mordisco sentimental. La pizza es exactamente como el amor. Así. Horneado con lentitud. Vigilándolo para que no se queme. Y en el cabe todo. Todos los ingredientes, todos los sabores, todo lo que queramos arriesgar.
Piénsenlo: El queso derretido, la base crujiente, un sorbo de barbaresco y un beso a los postres. Si eso no es la vida, alguien tendrá que explicármelo.
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