Las cinco recomendaciones de Miguel de Santiago para el Día del Libro

Con motivo del Día del Libro, presentamos una selección de libros recomendados para esta jornada

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Con motivo del Día del Libro, presentamos una selección de libros recomendados para esta jornada:


1. Diario en prisión (El cardenal recurre la sentencia)

Casi quinientas páginas, tiene el primer volumen del Diario en prisión (El cardenal recurre la sentencia) (Ediciones Palabra) del cardenal George Pell. Abarca las fechas del 27 de febrero al 13 de julio de 2019, por lo que se supone que habrá un segundo volumen que continúe desde esta última fecha hasta el 7 de abril de 2020, en que el Tribunal Supremo de Australia anuló todas las sentencias anteriores con la unanimidad de los siete miembros del tribunal a favor y, por tanto, la excarcelación del cardenal.

El caso Pell comenzó con una denuncia culpándole de “abusos sexuales” en el pasado. Durante el juicio se vio que se trataba de una “repugnante caza al hombre” (con frase del prologuista George Weigel), pues eran numerosas las irregularidades de los testimonios, de la fiscalía, de los tribunales de instrucción e incluso de la prensa. Y eso, por no sospechar más de algunos círculos eclesiásticos. No me resigno a dejar de citar tres líneas del cardenal: “No cabe duda de que mi conservadurismo social y mi postura a favor de la ética judeocristiana ha suscitado la hostilidad del público, y más entre los secularistas militantes”.

Weigel lo compara con el caso Dreyfus. De modo que, con la sentencia unánime del Supremo dictada tres años después, puede decirse que hubo un hombre inocente que fue encarcelado injustamente. ¿No ocurrió algo parecido con Tomás Moro y con John Fisher, los perseguidos ingleses a los que Pell conocería más profundamente durante sus años en la Universidad de Oxford?

La lectura de estas páginas produce un gran impacto, al ver a todo un cardenal, cercano a los ochenta años de edad, encarcelado. Cuenta lo que le ocurre a diario y lo salpica de observaciones diversas: desde el trato de los funcionarios, las visitas de una religiosa que le lleva la comunión, la imposibilidad de celebrar la santa misa, el rezo del breviario, la visión de algunos programas en la televisión, comentarios sobre alguna noticia que le llega, numerosos apuntes espirituales al hilo, sobre todo, de su situación carcelaria y de las lecturas bíblicas y de los santos padres que ofrece el rezo de la liturgia de las horas. Y cada día termina con una oración que sobrecoge, porque sale del alma de un hombre de Dios y de Iglesia, que está convencido de que, como dice Jesucristo, la verdad nos hace libres. Se percibe una fuerte vida interior, la familiaridad con la teología y la espiritualidad católica, las consideraciones del perdón y la reconciliación en medio de las persecuciones, el valor de la amistad y todo lo que le sostiene en los momentos difíciles.

El libro ha de leerse como un testimonio escrito en una situación extrema, con apuntes redactados al final de cada jornada para dejar constancia de lo acaecido y de las observaciones y, fundamentalmente, impresiones que pasaron por la mente de un preso tan singular. No hay, pues, un argumento que seguir.

Las abundantes notas que se incluyen, sin especificar de quién es la autoría, resultan imprescindibles para conocer la identidad de las personas mencionadas y comprender lo narrado por el cardenal y algunos avatares posteriores.


2. Yo llevo tu nombre en mi

Con un verso del Tríptico Romano del santo papa polaco ha titulado Rino Fisichella su obra Yo llevo tu nombre en mí (Editorial San Pablo). Es un acierto, pues Karol Wojtyla fue un poeta —es decir, un creador “visionario”— y hombre de teatro y, por tanto, de comunicación, luego un filósofo en la línea de Max Scheler y, sobre todo, un teólogo (hizo el doctorado en 1948 con una tesis sobre la fe en San Juan de la Cruz bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange) que ejerció el magisterio pontificio como sucesor de Pedro.

Su poesía está llena de teología y ésta adquiere en ocasiones un tono poético y, por supuesto, ecos de su formación filosófica. Toda su teología nos aboca al misterio de la redención del hombre por parte de Dios en su Hijo Jesucristo. Desde su primera encíclica, Redemptor hominis, 1979, a la que puede calificarse como programa del pontificado y síntesis del pensamiento espiritual de Juan Pablo II, encontramos una completa visión sistemática de su magisterio: Jesucristo redentor, Dios Padre, el Espíritu Santo, la Virgen María, la Eucaristía, el valor de la vida humana y su carácter inviolable, las relaciones entre la fe y la razón, la enseñanza moral de la Iglesia, el ecumenismo o diálogo entre los cristianos, el sentido del trabajo, etc.

En las catorce encíclicas aborda los desafíos teológicos, culturales y sociales que requieren una respuesta a la luz de la fe. El papa, como pastor de la Iglesia universal, aborda cuestiones de fe y moral, válidas para la Iglesia en todos los lugares, ya que se trata de educar al pueblo cristiano para corregir errores y hacerle madurar en la fe permaneciendo siempre en la unidad, en el testimonio de la caridad y en el compromiso de mantener viva la esperanza en el Resucitado. En suma, supo leer los signos de los tiempos y darles una perspectiva de fe encarnada en la historia para llevarla a su cumplimiento definitivo.

Estas páginas son pauta para entender la teología subyacente —anclada en la tradición para poder responder a los desafíos de la secularizada sociedad contemporánea— en las encíclicas que Juan Pablo II escribió durante los veintisiete años de su pontificado (dejando aparte otros documentos relevantes como exhortaciones apostólicas, cartas apostólicas, discursos, audiencias generales).

El autor del libro que comentamos, Rino Fisichella, fue profesor en la Universidad Gregoriana, rector de la Universidad Lateranense, responsable de la Comisión Teológica del Gran Jubileo del año 2000 y, actualmente, obispo presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Toda una autoridad teológica, que, como consultor en su día de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue colaborador cercano de Juan Pablo II, y posteriormente elegido ponente de la causa de canonización de aquel papa.


3. Una mirada a Europa

Media docena de escritos de Joseph Ratzinger, publicados en distintas revistas y obras colectivas entre 1988 y 1992, aparecen recogidos en el libro Una mirada a Europa (Ediciones Rialp). Los textos ratzingerianos tuvieron su origen en el contexto de la caída del Muro de Berlín y ante los retos del futuro incierto de la Unión Europea.

Las agitaciones sociales del pasado siglo demuestran que el futuro del género humano no puede construirse a espaldas de la religión; sin embargo, se ha aprovechado la ocasión, por parte de unos y de otros, para involucrar a la religión en las contiendas políticas e ideológicas. Con estos presupuestos, el teólogo Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hace sus reflexiones y entra en diálogo público para exponer cuál es el papel de la fe en la orientación de la vida política en orden al bien común y cuáles son sus fundamentos religiosos y morales; lo cual no quiere decir que la teología tenga respuestas para todos los problemas políticos. Pero tiene derecho a advertir sobre el peligro de entender la historia y tradición del continente solamente con criterios económicos y olvidar los valores que están en su origen, la verdad y el bien, lo auténticamente humano, en aras de una supuesta tolerancia.

Sostiene el teólogo alemán que marginar la fe y radicalizar la libertad, obedeciendo a la pura lógica del mercado, sería el fin de Europa y su gran herencia: la fe cristiana y los valores que la sostienen han dado fundamento a la dignidad humana, han inspirado la ética y han orientado el derecho de los pueblos. Después de estudiar el papel de la religión ante la crisis de la paz y la justicia y otros problemas de fondo, como la fe cristiana y responsabilidad ante la sociedad y el mundo, Joseph Ratzinger hace un diagnóstico clarividente sobre algunas convulsiones, como la crisis del marxismo, simultánea con la crisis de la fe en la ciencia, la nueva exigencia de espiritualidad y de ética, y la nueva sed de religión.

Como la fe tiene una dimensión personal y social, se permite hacer un pronóstico ante los peligros (como los nacionalismos excluyentes que resucitan sentimientos tribales y la hegemonía de la razón técnica frente a la ética) y las esperanzas (el rechazo de la fe en el progreso, el predominio de la ética sobre la política para que la justicia no esté sujeta a los intereses de grupo sino subordinada a una norma universal a fin de salvaguardar la dignidad humana y el bien común).

La lectura atenta y minuciosamente reflexiva del último capítulo, “Un reto para Europa”, vuelve a demostrar que Ratzinger es uno de los pensadores más lúcidos e influyentes de los últimos tiempos.


4. Las Trincheras de Dios

Vuelve un escritor de registros varios, el jesuita Pedro Miguel Lamet, ahora con una excelente novela histórica, titulada Las trincheras de Dios (Ediciones Mensajero), que tiene como protagonista de fondo al P. Fernando de Huidobro, que murió en el transcurso de una acción bélica —no martirizado— en los años terribles de la Guerra Civil.

Una mujer enamorada de su marido sufre la división y separación que les provocan sus respectivas ideologías. Ella procede de una familia conservadora y religiosa de Sevilla, marcada por el asesinato de sus familiares durante la guerra, y emprende una investigación en busca de la objetividad sobre el factor religioso en aquella contienda fratricida; él, socialista catalán, nada religioso, político progre, es un activista implicado en la llamada Memoria Histórica. Los recuerdos marcaron la infancia de ambos, tan ideológicamente divididos.

Muy bien trazados la exposición, nudo y desenlace, Las trincheras de Dios tiene como pretexto argumental la elaboración de una tesis doctoral sobre la figura singular del jesuita Huidobro, que se alistó como capellán de la Legión, intentó paliar el odio entre las dos Españas, se mostró contrario a los desmanes que se producían en las dos trincheras y asistió a todos a la hora de la muerte.

El novelista traza un paralelismo de una guerra entre hermanos —objeto de la investigación emprendida— y otra guerra interior —de la doctoranda— derivada de las diferencias ideológicas, políticas, religiosas, que rodean a quien busca la objetividad histórica y se encuentra con enfrentamientos, distancias, separaciones en la propia familia y amenazas externas. La figura del P. Huidobro es el prototipo de reconciliación, el símbolo de servicio a cuantos luchaban sin mirar ideologías. La novela muestra cómo la guerra continúa y las heridas siguen abiertas, y quiere ofrecer un ejemplo contra el guerracivilismo que se reinstala en nuestra sociedad, perfora nuevas trincheras, busca la revancha, juzga el pasado con mentalidad del presente y manipula la objetividad histórica.

Entonces se enfrentaron dos ideales, la cuestión religiosa estuvo por medio con carácter determinante. Pero la novela no es sectaria, trata de ser objetiva con las circunstancias que se fueron acumulando, sea la dudosa legitimidad de la II República, las injusticias sociales que asolaban al campesinado, el fracaso de la clase política, los movimientos revolucionarios, el anticlericalismo, el nacionalismo…

Lamet cuenta con fluidez la historia, le otorga el ritmo preciso con técnica de guion cinematográfico, utiliza con eficacia las transiciones y el flash back y logra una gran plasticidad en descripciones y diálogos. Todos los personajes, tanto los ficticios como los reales, están perfectamente retratados, pues no en vano sus vidas corren parejas con la del propio novelista; además, no es difícil entender que las ideas de los protagonistas (P. Huidobro y su investigadora) son trasunto de las del propio novelista. Aquel jesuita representa la tercera España, que buscó la justicia, la paz y la reconciliación. Las trincheras de Dios está bien documentada y, ocasionalmente, culturalista ma non troppo; bastaría citar el iter de la famosa carta colectiva del episcopado durante la Guerra Civil.


5. Morir al Alba

Las actas de los mártires españoles durante la guerra de 1936-1939 son realmente impresionantes por numerosos motivos. Y son admirablemente ejemplares, como quizá nunca se hayan dado en dos mil años de cristianismo.

Acabamos de leer la obra Morir al alba (Bartolomé Blanco: la fuerza de la vida) (Editorial San Pablo) del sacerdote salesiano y profesor José Miguel Núñez. El protagonista es un seglar, joven animador del Oratorio salesiano de Pozoblanco, obrero de familia humilde y luchador comprometido por la justicia social, que fue fusilado a las pocas semanas de comenzar la Guerra Civil, con solo veintiún años de edad, por su compromiso con el Evangelio.

El autor del libro recorre la corta vida de Bartolomé y la enmarca perfectamente en los ambientes social, religioso y político: la familia en Pozoblanco, la orfandad desde muy niño y la acogida que le dispensaron sus tíos, la identificación con el estilo salesiano, el compromiso sociopolítico en favor de una sociedad más humana, más justa y más cristiana, la Acción Católica, el aprecio que le tiene Ángel Herrera Oria cuando lo lleva a formarse en el Instituto Social Obrero y a conocer las experiencias del sindicalismo obrero católico de Cardijn en Europa, el incipiente noviazgo, el servicio militar en Cádiz sin abandonar su vida espiritual y durante el cual observó con sus propios ojos la persecución religiosa que se desataba en aquella ciudad, el ambiente prebélico, la persecución desatada, el martirio. En fin, todo un interesante recorrido por la corta, pero intensa, vida de Bartolomé.

Vivió e iluminó la realidad de su tiempo con la experiencia de la fe y actuó con criterios evangélicos. Esto lo llevó al martirio en aquel ambiente de hostilidades. En un bello y pulcro estilo, encontramos preciosos y conmovedores apuntes donde el P. Núñez narra el momento del enamoramiento, percibimos la crudeza de las profanaciones y asesinatos, delaciones y denuncias falsas que acarrearon innumerables muertes, nos hace llegar el dramatismo en las horas previas al asesinato de Bartolomé y aporta trascripción de las últimas cartas del condenado, declarando el perdón para todos.

Un relato más, el de este jovencísimo laico andaluz, que viene a sumarse a la ejemplar historia de la Iglesia española en los años de la Guerra Civil y engrandece la larga lista de mártires que en nuestra patria fueron ejecutados por su fe y su compromiso con Jesucristo y su Iglesia. El libro está muy bien escrito, dentro de la sencillez que otorga la narración lineal, con pulso literario y emotivo.


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