La alegría del anuncio

En la reflexión sobre el Evangelio de hoy, se recuerda que Jesús no quiere realizar su misión en solitario y por ello forma la comunidad de discípulos

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“Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto” (Is 66,10). Esta exhortación que se encuentra en el libro de Isaías nos traslada a los tiempos posteriores al exilio de los judíos en Babilonia.

Ha pasado el destierro. Es el momento para vivir el presente con un serio compromiso y para imaginar el futuro con esperanza. Ha llegado el tiempo de la paz. Es notable ver que la alegría acompaña al trabajo Y que el trabajo responde al amor. Todo indica que esas son las notas que han de acompañar siempre al esfuerzo para crear una verdadera comunidad.

Es emocionante la agradecida invitación del salmista: “Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo. Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor” (Sal 65,10-20).

San Pablo nos recuerda que la alegría del creyente ha de ir acompañada siempre por la humildad: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 5,14).

CUALIDADES DEL DISCÍPULO

Esas actitudes humanas se reflejan también en el evangelio que se proclama en este domingo (Lc 10,1-12.17-20). Entre los que le siguen por los caminos, Jesús elige a setenta y dos discípulos y los envía por delante, de dos en dos, a los pueblos y lugares, a los que él pretende llegar.

Al leer este relato evangélico, se comprende que Jesús no es un misionero que quiere realizar su misión en solitario. Decide contar con la colaboración de sus discípulos para anunciar el Reino de Dios. Jesús quiere difundir el amor de Dios ya con el estilo de la comunión y la fraternidad. Una buena lección para el ideal y la práctica de la sinodalidad.

El texto sugiere además las cualidades del discípulo. Ligereza para anunciar la llegada del Reino de Dios. Pobreza para no confiar tanto en los medios como en el mensaje que anuncia. Apertura para llevar la palabra y los gestos de la paz a todas partes. Sencillez para aceptar la hospitalidad. Y libertad para dejar los lugares en los que no se acoja su palabra.

SALIDA EN HUMILDAD

Finalmente, el evangelio de este domingo subraya de nuevo la alegría, al anotar cómo los discípulos refieren sus éxitos al Maestro que los había enviado. Aunque se congratula con ellos, Jesús los invita a dar un sentido trascendente a su satisfacción:

• “No estéis alegres porque se os someten los espíritus”. Es cierto que el anuncio del Evangelio produce frutos asombrosos, aun en una sociedad como la nuestra. Con demasiada frecuencia, medimos nuestros esfuerzos con los criterios habituales en nuestro ambiente. Caemos en la tentación de la mundanidad y en el orgullo por lo que hemos realizado.

• “Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. El mensaje del Evangelio no será creído si el mensajero no lo anuncia con alegría. Pero la alegría no se identifica con la satisfacción. No se puede olvidar el misterio de la cruz. Jesús nos invita a mirar al cielo, para reconocer el proyecto de Dios y la meta a la que tendemos.

Señor Jesús, hemos de agradecer que tú hayas decidido invitarnos a transmitir el gozoso anuncio del Reino de Dios. Ayúdanos a salir de nuestro cómodo refugio sin demora, sin ascos y sin miedos, con esperanza y alegría, con generosidad y humildad, para que tú seas conocido y acogido en todo el mundo. Amén.


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