Toma de posesión en la Diócesis de Ciudad Real

Monseñor Melgar confía su ministerio episcopal a la Virgen del Prado

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A las 12 del mediodía la Catedral de Ciudad Real acogía la Misa de toma de posesión del nuevo obispo de esa Diócesis, Monseñor Gerardo Melgar, en sustitución de Monseñor Antonio Algora Hernando, que había presentado su renuncia por razones de edad. Entre los concelebrantes se encontraban el Nuncio Apostólico de SS. en España, Monseñor Renzo Fratini, el Cardenal-Arzobispo de Valladolid y Presidente de la CEE, Monseñor Ricardo Blázquez, así como el Cardeal- Arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, así como Monseñor Algora, obispo ya emérito de Ciudad Real, quien dirigió unas palabras al inicio de la Misa y presentó la realidad de la Iglesia cluniense:Bienvenido, querido Gerardo, a la que va a ser tu casa y tu porción del Pueblo de Dios a partir de ahora. La Diócesis de Ciudad Real y Priorato de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa es hoy un «pueblo bien dispuesto». El Priorato se trans-formó en diócesis en 1980, de la cual ha sido el primer obispo D. Rafael Torija de la Fuente, y un servidor el segundo; así que vas a ser el tercer obispo diocesano y el duodécimo desde que se constituyera el Priorato en 1876.Estamos en una tierra de santos y de mártires: santo Tomás de Villanueva, nuestro santo patrón, san Juan de Ávila, santo Doctor de la Iglesia y san Juan Bautista de la Con-cepción marcan un punto de referencia para todos nosotros y, aunque parece que se corta en la Historia el número de los santos, no es así lo que sucede con la abundancia de los mártires, nuestro antecesor el Beato Narciso Estenaga y Julio Melgar, su secretario, cuyas reliquias veneramos en este altar mayor de nuestra Catedral Basílica, beatificados en el conjunto de los 497 llamados mártires del siglo XX en España. Con la beatificación de este grupo nuestro de once mártires, sumando los mártires Marianistas, los Pasionistas y los de otras congregaciones, nuestra Iglesia Diocesana contará con cuarenta y dos intercesores ante Dios, en el Cielo, que marcarán el paso de la vida de la Iglesia, testigos para la «Nueva Evangelización». Nos queda pendiente la Causa de más de un centenar de sacerdotes, reli-giosos y seglares mártires también del siglo XX y las dos causas de beatificación como con-fesores: la de Ismael de Tomelloso y la de Madre Mercedes de las Concepcionistas de Alcá-zar de San Juan.Vas a tener dos hermanos obispos eméritos: a D. Rafael Torija de la Fuente, al que agradecemos desde aquí la mucha ayuda que ha supuesto para nuestra diócesis y para mi personalmente a lo largo de estos trece años últimos y que hoy nos está dando el testimo-nio de una vida entregada a Dios y para todos nosotros, ofreciéndole al Señor sus muchas limitaciones desde la entereza y la serena alegría evangélica que nos muestra, atento a to-do lo que acontece dentro y fuera de la Iglesia. Conmigo puedes contar aunque no sé si sa-bré llevar la vejez con tanta elegancia como D. Rafael.Te decía que te envía el papa Francisco a esta porción del Pueblo de Dios cuyos sacer-dotes, religiosos y seglares forman un «pueblo bien dispuesto» como nos dice la Sagrada Es-critura. D. Rafael y yo mismo hemos disfrutado de un presbiterio entregado y generoso, unido en la Misión de llevar adelante la acción evangelizadora. El Cabildo Catedral, los su-cesivos Consejos Presbiterales, representantes del clero diocesano, además de ser esa cooperación providente que todo sacerdote está llamado a ser de su obispo, han represen-tado una ayuda decisiva en el gobierno de la Diócesis.Bajo embargo hasta el momento de su pronunciaciónel sábado, 21 de mayo de 2016 a las 12’00 h.Los seminaristas siguen la tradición también: tener en común su economía dentro del Seminario y se apoyan especialmente en la costumbre de orar por lo que ellos llaman la «Bolsa común» que practican escrupulosamente; con dicho gesto quieren indican su deseo de pertenecer, con el estilo recibido de sus mayores, a este presbiterio con el solo deseo de servir con total entrega.Las religiosas y consagrados en general están muy entrañados en la Diócesis, tanto en las comunidades de clausura como los de vida activa. Estamos muy agradecidos por lo que hacen pero, sobre todo, por lo que son. El final del Año de la Vida Consagrada nos ha deja-do un balance muy positivo por los numerosos actos que se han celebrado. Espero que los frutos sean que todos recemos más y mejor, seamos más sensibles a las necesidades de nuestro mundo y se haya invertido la tendencia a pensar en la vocación a la vida consa-grada como una aventura juvenil a evitar en el seno de nuestras familias.Te tengo que hablar ahora de este «pueblo bien dispuesto» representado, en su mayo-ría, por los seglares que se implican habitualmente en las actividades pastorales dentro de las comunidades parroquiales: los grupos que se dedican a las tareas de la catequesis y de formación en general, las personas que se encuadran en la animación litúrgica, el grupo formado por los voluntarios de Cáritas y el amplio grupo que lleva adelante las Asociacio-nes, Hermandades y Cofradías que cuidan muy especialmente de la Piedad Popular.Mención especial merecen los Movimientos Apostólicos de Acción Católica: Acción Ca-tólica General, hermandad Obrera de Acción Católica y Juventud Obrera de Acción Católi-ca. También los Movimientos de Apostolado Seglar de carácter diocesano (los nacidos prác-ticamente aquí): Cursillos de Cristiandad y la Asociación Apostólica Reina de los Ángeles que tanto bien ha hecho a nuestras aldeas. Son menores en número de miembros pero se insertan en la Pastoral general de la Diócesis animándola con su estilo de vida y su com-promiso apostólico. Incluyo en Apostolado Seglar los movimientos de la Pastoral Familiar que no te tengo que recomendar pues de todos es conocida tu especial dedicación a dicha pastoral.Todos ellos, sacerdotes, religiosos, y con una mayoría cualificada de seglares, han esta-do representados en el Consejo Diocesano de Pastoral, verdadera caja de resonancia de la vida diocesana y pulmón donde el Espíritu Santo nos ha confortado con su presencia.En estos años de carestía y de desempleo ha sido fundamental la acción de Cáritas Dio-cesana que ha hecho posible el mantenimiento de los servicios a los más necesitados; per-sonas sin hogar y enfermos a causa de su drogadicción, además de otros muchos programas que se extienden por las parroquias gracias a los voluntarios cuya formación se cuida con mucho empeño. Con toda sencillez hemos de dar gracias a Dios porque la Iglesia Diocesana ha sido «evangelio»: buena noticia para los empobrecidos.La Diócesis se extiende en la totalidad de la provincia civil de Ciudad Real desde que se constituyera el llamado «coto redondo» que asumía formalmente los derechos de las Órde-nes Militares. Estamos ligados a la estructura civil, por tanto, desde los orígenes en sus más de ciento cuarenta años de historia común. Pese a los procesos de secularización al uso, nuestras gentes gozan de usos y costumbres que tienen sus raíces en la fe católica si bien algunas fuerzas políticas y sociales, quieren abrir paréntesis de la presencia secular de la fe en nuestra tierra, como si todo tuviera su origen de la prehistoria o en la dominación ára-be.Los procesos de desarrollo y modernización en los sectores de la agricultura: del vino, el aceite, el melón, etc., la ganadería volcada en la producción de nuestros famosos quesos, el crecimiento del número de facultades de la Universidad, la internacionalización de va-rias industrias asentadas en nuestra tierra y, a la vez y por el contrario, estamos lamen-tando el cierre de actividad de la minería y la producción de energía, etc,, verdadera crisis de empleo por la creciente disminución de la necesidad de mano de obra y el crecimiento negativo –como se dice ahora- de la población por el regreso a sus lugares de origen de los emigrantes.La transmisión de la fe en la familia y en la juventud ha merecido nuestra atención, sobre todo, con el último Plan de Pastoral que ha finalizado este año. Doy gracias a Dios por estos trece años y tres días vividos al frente de la Diócesis. En este tiempo hemos dis-frutado mucho, a pesar de los disgustos inherentes a nuestra condición de pecadores, y ha habido momentos de muy especial intensidad como son los de la Beatificación de nuestra antecesor el Beato Narciso Estenaga y once mártires más y el glorioso doctorado de san Juan de Ávila, largamente añorado y esperado aquí, en su tierra natal.Debo aprovechar la ocasión para pedir perdón por las deficiencias, errores y omisiones de estos años de pastoreo y te auguro un feliz pontificado en tu ya querida diócesis de Ciu-dad Real. Invoco para ti lo que yo voy a seguir gozando en mi condición de emérito: la pro-tección de nuestros santos y mártires conocidos. Con nuestra Señora, la Virgen María, se-guro que cuentas ya, sin embargo, te sorprenderán sus muchas advocaciones desde esta bendita de Nuestra Señora del Prado, a las que se veneran en la totalidad de nuestros pue-blos y ciudades. En fin, como nos dice el autor de la carta a los Hebreos: «teniendo una nu-be tan ingente de testigos, corramos con constancia, en la carrera que nos toca, renuncian-do a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y com-pleta nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios» (Hb 2, 1-2). Buen trabajo, querido Gerardo.Posteriormente, tomó la palabra el Nuncio Apostólico de Su Santidad en España, Monseñor Renzo Fratini, saludando a todos y especialmente a Monseñor Rafael Torija, obispo emérito de Ciudad Real que, no ha podido asistir a la Celebración por motivos de salud:Eminentísimos Señores Cardenales,Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos,Queridos sacerdotes concelebrantes,Excelentísimas Autoridades,Queridos hermanosy hermanas en Cristo:Me alegro de compartir estos solemnes momentos en que Mons. Gerardo Melgar Viciosa entra en esta Diócesis de Ciudad Real. Un saludo afectuoso a cuantos le acompa-ñáis; especialmente, al Obispo emérito, S.E. Mons. Rafael Torija de la Fuente, y a S.E. Mons. Antonio-Ángel Algora Hernando.En nombre del Santo Padre Francisco, reciba, D. Antonio, un sentido agradecimien-to por la eficacia de su muy diligente cuidado pastoral de esta Iglesia particular a lo largo de trece años, los cuales se han cumplido precisamente en estos días. Que el Buen Pastor, cu-yo Corazón es tan agradecido, le recompense con bondad.Querido D. Gerardo, Su lema episcopal son las palabras de Nuestro Señor Jesucristo al apóstol S. Pablo: «Sufficit tibi gratia mea» (2 Cor 12,9) «Te basta mi gracia». Esta consigna, le ayuda a confirmar la actitud principal del Obispo, la cual, como recomienda el papa Francisco, se perfila en «no perder el estupor ante el designio de Dios, ni el temor de cami-nar conscientemente en su presencia y en presencia de la Iglesia que es antes que nada su-ya». Del Señor depende el fruto que hay que esperar con humildad, paciencia y misericor-dia, actuando como si todo dependiera de nosotros, pero dejando todo en las manos bonda-dosas de Dios. Deseo expresarle mi ánimo a mantener el talante, profundamente evangeli-zador, con que se ha distinguido, acogiendo a las personas para hacer que Dios entre en las almas confiadas. Todos deben percibir que, cuando la fe, que el obispo expone autorizada-mente, se vive con gratuidad y confianza en el Señor, se convierte en fuente de luz y ple-nitud para todo hombre.¡Querido hermano! la tarea episcopal es ilusionante pero ardua. A Nuestra Señora, la Virgen María, confío sus trabajos y desvelos por la Iglesia de Dios que peregrina en esta Diócesis. Ella le sostenga siempre en el ejercicio fiel del ministerio. Con el amparo celestial de tan buena Madre, que preside esta Catedral con el título de El Prado, y el valimiento de los grandes santos nacidos en esta Diócesis, santo Tomás de Villanueva, el Doctor de la Iglesia san Juan de Ávila, san Juan Bautista de la Concepción y tantos recios testigos de la fe, podrá desempeñar este Oficio de Caridad «en el Nombre del Señor».Que el Señor les bendiga a todos.Una vez terminadas estas intervenciones se han leído las Letras Apostólicas por las que el Papa Francisco designa a Monseñor Gerardo Melgar Viciosa, hasta ahora obispo de Osma- Soria, nuevo Pastor de Ciudad Real. Seguidamente se ha sentado en la Sede el nuevo obispo, rito por el que toma posesión de esta Iglesia Particular.Tras la proclamación del Evangelio, el nuevo Pastor ha pronunciado su primera Homilía en la que ha puesto su Ministerio bajo la Protección d ela Virgen del Prado, Patrona de Ciudad Real:Queridos hermanos:La sencillez de los niños y la conciencia y el convencimiento personal de la necesi-dad de Dios en nuestra vida, son dos condiciones importantes para que el Señor escu-che nuestra oración. Lo acabamos de escuchar en la Palabra de Dios que hemos pro-clamado.Saludo al Sr. Nuncio de Su Santidad el Papa Francisco en España; al tiempo que le pido haga llegar al Santo Padre mi gratitud por la confianza depositada en mi persona al confiarme el pastoreo de esta Diócesis de Ciudad Real. Exprésele mi sincera comu-nión, afectiva y efectiva.Saludo, con todo mi afecto, al Sr. Cardenal D. Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, así como al Sr. Cardenal Antonio María Rouco.Saludo, con cariño y agradecimiento, a mi predecesor en esta Sede de Ciudad Real, D. Antonio Algora, por su entrega generosa y sacrificada durante los trece años que ha estado como Obispo en ella, lo mismo que al Obispo predecesor de ambos, Mons. Rafael Torija.Un saludo lleno de gratitud a los hermanos arzobispos y obispos que con su presen-cia hoy, aquí, han querido hacer bien visible la fraternidad episcopal; de modo particu-lar, y con una cercanía especial a los obispos de las Diócesis de esta provincia eclesiásti-ca: al Sr. Arzobispo de Toledo y a los obispos de las diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Cuenca y Albacete.Saludo a todos los sacerdotes de esta Diócesis de Ciudad Real, en especial al Cabildo de la Catedral. Todos sois mis más inmediatos y entrañables colaboradores en la tarea evangelizadora y misionera que hemos de llevar adelante.A todos los religiosos y laicos. Juntos, llevaremos adelante una verdadera evange-lización corresponsable y de participación, cada uno desde su misión y carisma.A los seminaristas, a los que llevo muy dentro de mi corazón y de los que quiero es-tar cerca en todo momento, alentando su vocación y su formación.A las religiosas de vida contemplativa: cuento con vosotras y con algo tan valioso como vuestra oración.Bajo embargo hasta el momento de su pronunciaciónel sábado, 21 de mayo de 2016 a las 12’00 h.A los jóvenes, que siempre seréis una preocupación prioritaria en mis desvelos de Pastor.A las familias, iglesias domésticas y lugares privilegiados en donde nace, crece y madura la fe.A los enfermos y a cuantos, por estar postrados en el lecho del dolor, no estáis en este momento presentes aquí físicamente, aunque sí con el corazón y la oración.Un saludo especial a los caballeros de las Órdenes Militares, a las autoridades polí-ticas, judiciales, académicas y militares, de los ámbitos nacional, autonómico, provincial y local, a quienes ofrezco ya desde ahora respeto, diálogo y leal colaboración.Saludo también a mi familia, que me acompaña en este momento, y a todos cuan-tos habéis venido de Soria y de Palencia: sacerdotes, religiosos y laicos. Gracias por vuestra presencia, por vuestra oración y vuestro ánimo.Un saludo muy cordial y entrañable a todos los diocesanos de Ciudad Real: a los que hoy estáis presentes en la Catedral en esta Eucaristía de «Toma de Posesión» y a todos los que no habéis podido venir. Para todos quiero ser un auténtico Padre y Pastor, a imagen de Jesucristo.La palabra de Dios que acabamos de escuchar, nos habla de dos realidades impor-tantes para nuestra vida como cristianos: la necesidad de tener un corazón de niño y la importancia de la oración que pide también sentirnos con corazón de niños para sentir necesidad de protección y confiar al Señor todas nuestras dificultades.La actitud de los niños para Jesús es el contrapunto de la actitud de los fariseos de intenciones retorcidas y gestos arrogantes.Los niños son diáfanos en su mirada y en su corazón, porque no tienen nada que esconder. Por eso, para Jesús no solo son objeto de atención y de cariño, sino modelo que imitar por cuantos quieran seguir, de verdad, el camino y la vida cristiana y parti-cipar en el Reino de Dios, porque ellos se abren, se confían y se abandonan por comple-to en la benevolencia divina.El Apóstol Santiago, en su carta, subraya la importancia de la oración en medio de las necesidades de la comunidad, donde se comparte la vida, el dolor y el sufrimiento. La fe encuentra en la oración una expresión extraordinaria, tanto en la personal, como en la intercesión por los demás y en la constancia en la oración.La oración es capaz de curar y salvar, de levantar y resucitar al hermano, y de per-donar los pecados. Ante Dios, todos los hombres somos mediadores de los demás. La oración confiada expresa la comunión de los hombres entre sí y con Dios.La oración y la sencillez y confianza de los niños, son dos realidades que se com-plementan. Nuestra relación con Dios requiere de esa sencillez y necesidad de protec-ción de los niños; saber recurrir a Él con un corazón transparente, diáfano, sin doble-ces, que se muestra necesitado de ayuda; que no tiene nada que esconder y que se muestra tal cual es.Así debe ser nuestra oración y nuestra actitud ante el Señor: como la que brota del corazón del niño, sincero, confiado, transparente y necesitado de ayuda. Así, Dios atenderá nuestras peticiones y socorrerá nuestras necesidades.Así, debe ser también, nuestro seguimiento a Jesucristo, con autenticidad, sin do-bleces, sin dejarnos contaminar por lo que nos rodea. Hemos de buscar y recibir el Reino de Dios con corazón de niño.Queridos diocesanos de Ciudad Real:Me presento como vuestro Obispo, con la sencillez y la transparencia de un niño, con la ilusión de ser entre vosotros Padre y Pastor, que, estando en medio de vosotros, formemos el Pueblo santo de Dios y os pueda conocer, amar y cuidar.Vengo necesitado de la ayuda de Dios, y de la de todos vosotros. Necesitado de que, desde el primer momento, pidáis al Señor por mí, para que realmente pueda, desde esecaminar en medio de vosotros, conocer vuestros problemas e iluminarlos desde el evangelio.Unas veces será yendo el primero, abriendo camino, orientando y señalándoos la dirección a seguir, como el Buen Pastor que va delante de las ovejas.Otras, estando en medio de vosotros compartiendo vuestras ilusiones y proyectos, cansancios y trabajos.Y otras, yendo detrás, animando a los rezagados, ofreciendo una palabra de ánimo a los cansados y agobiados y estando atento al buen olfato del Pueblo de Dios para en-contrar nuevos caminos.Todos somos conscientes de una realidad que ha ido surgiendo en los últimos dece-nios: el hombre actual es un hombre nuevo, que valora unos aspectos de la vida y se queda indiferente ante otros, que lucha por unas metas determinadas y olvida otras que, tal vez, son más importantes para su realización personal humana y cristiana.Ante esta realidad de un hombre nuevo, nosotros, como Iglesia Diocesana, tenemos que renovarnos, sabiendo presentar el verdadero rostro de Dios de forma creativa y significativa, para que llame la atención a ese hombre nuevo y lo lleve a encontrarse con el Señor.Hemos de ofrecer nuevos caminos de reencuentro con el Señor. Propuestas y len-guaje que provoquen el interés, para los que son indiferentes al Evangelio; de tal mane-ra, que puedan descubrir al Señor y, su fe en Él y en su mensaje, sea el verdadero ca-mino que llena su alma y da sentido a sus vidas.Hoy no podemos actuar en solitario, como francotiradores en la evangelización. La situación actual de la fe de nuestra gente pide y reclama una evangelización mucho más comunitaria, coordinada, colegial, corresponsable, en la que nos impliquemos to-dos: sacerdotes, religiosos y laicos y, juntos, asumamos y desarrollemos la parte que le corresponde a cada uno en la tarea evangelizadora.Hoy no sirve quedarnos esperando a que vengan los que están lejos. El Papa nos lo repite con insistencia. Hemos de lograr una Iglesia, una diócesis y unas parroquias en salida, a imitación del buen Pastor, que va a buscar la oveja perdida «hasta que la en-cuentra», y hacerlo con gozo y alegría, sin miedo a las dificultades.Hemos de cuidar a los que tenemos cerca y dentro, ayudándoles a seguir maduran-do y a vivir su fe en toda su exigencia; pero sin olvidar que hay otros muchos que no vienen y que tenemos que salir a buscar, porque hemos sido enviados a anunciar el Evangelio a todos.La infravaloración de la fe en nuestra sociedad actual pide de los evangelizadores, de todos –sacerdotes, religiosos y laicos–, la vivencia y promoción de una pastoral au-ténticamente misionera, que anime a los que creen; a vivir cada día, más plenamente su fe; que vuelva a proponer el evangelio y la fe a los que creyeron pero hoy son indi-ferentes, y que haga el primer anuncio a los que nunca han creído porque nadie les ha presentado la persona de Jesús y su mensaje salvador, como una persona y un mensaje atrayente y que da sentido a las más importantes aspiraciones y anhelos humanos.Hoy se nos pide a todos que cuidemos y prestemos una atención prioritaria y prin-cipal a aquellas realidades y a aquellos sectores, que, por su importancia y misión, tie-nen una especial incidencia en otros aspectos y en otras personas. Entre estas realida-des está la familia, como la más importante. Nuestras familias se han descristianizado y tienen que recuperar su identidad cristiana y misión.Todos somos conscientes de que lo que se vive en la familia, lo mismo como perso-nas que como cristianos, no se olvida nunca y marca a las personas para siempre. Por eso, la evangelización de la familia es algo realmente urgente. Sin ella, nuestro trabajo evangelizador con niños, adolescentes y jóvenes puede resultar poco efectivo y de me-nos calado, porque no tiene unas raíces creyentes familiares, ni tiene tampoco una animación, un apoyo y un acompañamiento posterior.Como repite insistentemente el papa Francisco en la exhortación Amoris laetitia, hemos de ser capaces de discernir dónde se encuentra cada una de nuestras familias, para integrarlas en nuestra evangelización misionera y acompañarlas para que puedan avanzar hacia la realización del plan de Dios sobre ellas.Esta evangelización misionera hemos de hacerla desde una fraternidad plena entre los evangelizadores, y desde la unidad de todos. Nuestra credibilidad como cristianos y por lo mismo, como evangelizadores, será realmente auténtica si los demás, especial-mente los que no creen o son indiferentes, ven en nosotros aquella actitud que con-templaban en la primitiva comunidad cristiana y que les hacía exclamar: «mirad como se aman».Yo no traigo una programación concreta. Asumo el programa y el momento evan-gelizador en el que se encuentra la Diócesis. Sí tengo el gran convencimiento de que sea la programación que sea, debemos hacer realidad en ella estas claves evangelizado-ras y misioneras fundamentales.No quiero terminar sin agradecer nuevamente al papa Francisco su confianza al encomendarme el cuidado y pastoreo de esta Diócesis; agradecer a D. Antonio Algora su entrega pastoral en estos trece años que ha presidido en la unidad y en el amor a es-ta Iglesia de Ciudad Real; gracias también a D. Rafael Torija por su dedicación y entrega a esta Diócesis los muchos años que estuvo pastoreándola.Gracias a todos vosotros –sacerdotes, religiosos y laicos–. Gracias a los movimientos y grupos eclesiales de esta, mi Diócesis, por vuestra acogida y cariño y deciros una vez más, que cuento con todos vosotros para llevar adelante la tarea evangelizadora y mi-sionera que el Señor nos ha confiado a todos.Pongo mi pastoreo bajo la protección de la Virgen del Prado, Patrona de Ciudad Real capital; de Santo Tomás de Villanueva, patrono de la Diócesis; de San Juan de Ávi-la, patrono del clero secular y natural de Almodóvar del Campo; y, también, con la in-tercesión del Beato mártir Narciso Estenaga.Que ellos, nos asistan con su intercesión para lograr hacer de nuestra Diócesis una Iglesia evangelizada, evangelizadora y comprometida con los más necesitados y en un diálogo abierto con todos. Que así sea.Al término d ela Misa, la ceremonia ha visto su prolongación al acercarse a felicitar al Pastor sus nuevos diocesanos, así como aquellos sacerdotes y fieles procedentes de Palencia, Diócesis oriunda de Monseñor Melgar, y de Osma-Soria, Iglesia en la que ejerció su ministerio episcopal antes de llegar a la Iglesia cluniense.

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