Cáritas Madrid reclama a la Administración «un incremento permanente del parque de vivienda pública»

El organismo eclesial financió el año pasado 414 proyectos con los que atendió a más de 100.000 personas, según su memoria de actividades presentada hoy

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«Solicitamos un incremento permanente del parque de vivienda pública. Pedimos vivienda pública, social, en un alquiler asequible, digna y adecuada. Y que cada persona tenga acceso a un lugar para estar y vivir». Este es el llamamiento que ha hecho este martes 14 de junio Cáritas Diocesana de Madrid en la presentación de su memoria de actividades correspondiente a 2021, primer año de postpandemia. La comunicación del balance anual tiene lugar con ocasión de la celebración, este jueves 16 de junio, de la Campaña del Día de Caridad por la festividad del Corpus Christi, el próximo domingo.

En 2021 Cáritas Madrid atendió a 100.448 personas a través de 414 proyectos relacionados con el empleo, la vivienda, la formación o la asistencia psicológica. El 39% de ellas eran españolas, y el 61% de otras nacionalidades, encontrándose los beneficiarios en seis de cada diez casos en situación de desempleo. «Este año las personas atendidas han precisado más ayuda durante más meses que en años anteriores, y han presentado situaciones mucho más complejas», ha explicado su director, Luis Hérnandez Vozmediano.

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Los programas de empleo y vivienda, los dos aspectos fundamentales para conseguir la integración, han copado parte de los 32 millones del presupuesto de la institución, procedente en un 83,7% de las aportaciones voluntarias de particulares. La distribución de las ayudas por persona fue la siguiente: un 54% a vivienda y suministros; 37% para alimentación; 31% a transporte; 10% a salud; y 10%, otro tipo de ayuda. El Servicio Diocesano de Empleo acogió y orientó a 8.632 personas desempleadas, y el Servicio Diocesano de Vivienda acompañó a 2.554.

El rostro de la exclusión

Tres personas que se han beneficiado de la ayuda de Cáritas Madrid han puesto rostro a la exclusión, más allá de la frialdad de las cifras. Sus nombres: Antonia Cortes, María Quintero y Karla Betanco.

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Antonia, de etnia gitana, ha relatado cómo tuvo que vivir durante muchos años con su marido y sus cuatro hijos en una habitación en casa de su suegra después de ser engañada en la compra de una vivienda. Tras caer en «una depresión muy grande» y tocar fondo, pudo salir adelante gracias a Cáritas, que le brindó ayuda psicológica y le ayudó con el tema del alojamiento. «Con Cáritas hice también un cursillo para aprender a leer y escribir, pues procedo de una familia gitana muy cerrada que no me dio la oportunidad de estudiar. Antes, al no saber leer, no podía ni coger el metro. Todavía estoy luchando, estoy haciendo cursos. Mi marido está buscando trabajo. Mi hija, de la que estoy superorgullosa, se ha sacado un grado. Queremos integrarnos», ha dicho antes de recordar que lleva «solicitando una vivienda pública en todos los sitios desde 2003».

Una vivienda pública espera también —ella desde 2007, el año en que nació su hijo— María Quintero, de 33 años. María, que se emociona al contar su historia, ha explicado que sufrió maltrato en su familia y que de los 15 a los 18 años estuvo en un centro de acogida. En Cáritas encontró el apoyo que no le brindó su familia, dice.

Karla Betanco, por último, llegó a España hace cuatro años desde su Honduras natal en compañía de su marido y un hijo enfermo. «Era cuestión de vida o muerte y fuimos acogidos a través de una Mesa por la Hospitalidad. (…) Al ser extranjeros, en su momento se nos hizo todo muy difícil. Tocamos muchas puertas, pero la única que nos la abrió fue Cáritas. Nos ayudó en cuanto a la residencia, necesidades básicas, formación… Le pudieron ofrecer un empleo a mi esposo. Así es como hemos podido salir adelante». Karla vive ahora en un piso del mercado privado, pero no olvida lo mál que lo pasó a su llegada a nuestro país. «Si no hubiese sido por el Servicio Diocesano de Vivienda, no sé dónde habríamos estado. (…) El mercado de vivienda es muy difícil».

Rosalía Portela: «El sinhogarismo familiar va en aumento»

Antonia, María y Karla tienen algo en común: que ninguna tiene un hogar propio. Y contar con una vivienda (y con un empleo) es el primer paso para reconstruir los proyectos de vida, ha afirmado Rosalía Portela, subdirectora del Servicio Diocesano de Vivienda de Cáritas Madrid.

Portela ha indicado que los distintos alojamientos de la institución acogen en estos momentos a 540 personas, pero que no hay que perder de vista a aquellas familias que están en peligro de perder sus casas o las que tienen dificultades para llegar a final de mes. «El sinhogarismo familiar es una realidad que va en aumento. Cada vez más familias están en esta situación», ha alertado antes de pedir «un incremento permanente del parque de vivienda pública», una vivienda que, además, sea digna y de un alquiler asequible.

La subdirectora del Servicio Diocesano de Vivienda insiste en la necesidad de «cerrar el círculo» que permita la integración mediante el acceso a empleo y vivienda. Y subraya que «a la exclusión se llega muy rápido, pero de ella se sale muy lentamente». «Los procesos de inclusión son largos y complejos porque las personas llegan a ellos muy desprotegidas».

Portela enfatiza, por último, que la exclusión social no es un «problema individual» de esta o aquella persona, dado que quienes la padecen «lo están por un problema de injusticia, son afectadas por el sistema».

Cañada Real: Un año y nueve meses sin luz

Tanto Portela como Luis Hernández Vozmediano insisten en que los protagonistas de la acción de Cáritas son las personas a las que atienden, y que la labor de la institución eclesial va mucho más allá de la asistencia. «En Cáritas no nos limitamos a dar las ayudas que se necesitan. Por encima de la bolsa de alimentos o del dinero para pagar suministros o completar el alquiler, lo que nos preocupa es el desarrollo y la inclusión de las personas desde un aspecto global del ser humano», dice el director de Cáritas Madrid, que recuerda que «nosotros no somos una ONG, somos la Iglesia». En este sentido, se subraya que la campaña del Día de Caridad de este jueves tiene por lema un elocuente «Cerca de las personas».

«Nosotros compartimos impotencias, acompañamos desde el arrime, desde la cercanía. Arrimarse a la fragilidad del otro, esa es nuestra misión», afirma Portela.

Además de agradecer el trabajo de los más de 9.000 voluntarios que en Madrid ayudan a combatir con Cáritas la exclusión, Hernández Vozmediano ha denunciado dos realidades concretas más: una, el alto coste del transporte público, «muy caro para las personas que viven de las ayudas», ha dicho; y la otra la situación en la Cañada Real, que «un año y casi 9 meses después sigue sin luz», sin que este problema tenga ya visibilidad en los medios. «No sé si hay una luz de esperanza con la proposición no de ley que se aprobó el pasado 31 de mayo en el Congreso, en la que se insta a las Administraciones a cumplir con lo acordado en el Pacto Regional de 2017 e intentar mejorar la situación de estas familias», ha dicho.

Esta semana los voluntarios de Cáritas volverán a salir a las calles y pondrán sus mesas para luchar contra la exclusión. «Nuestra intención principal no es tanto recaudar, aunque pongamos las huchas, cuanto informar, transmitir lo que es Cáritas desde el punto de vista de la integración. Transmitir lo que hacemos y desde los valores en que lo hacemos, que son los valores cristianos», insiste Vozmediano.

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