Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Manos Unidas. Frenar la desigualdad está en nuestras manos»

Jesús Pulido reflexiona sobre la campaña de Manos Unidas y asegura que el reto supone tejer redes de solidaridad y sumar esfuerzos internacionales, nacionales, públicos y privados

Jesús Pulido Arriero

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El próximo domingo día 12 de febrero es la Jornada de “Manos Unidas”, y el viernes anterior, el 10, el día del ayuno voluntario. “Manos Unidas” tiene como finalidad luchar contra el hambre en el mundo y sus causas.

Hablar de hambre en nuestra sociedad desarrollada quizá pueda sonar a otros tiempos. Pero los datos son realmente escandalosos: según los organismos especializados de Naciones Unidas, actualmente hay 839 millones de personas que no pueden comer dignamente, el 9,8% de la población, 150 millones más que antes de la pandemia del covid-19. Cada minuto, 15 personas pierden la vida a causa del hambre en el mundo. A pesar de los avances de la humanidad, en pleno siglo XXI la lucha contra el hambre se revela como una carrera de fondo, en la que es importante que no decaiga la solidaridad y el compromiso de todos.

La campaña de este año incide en la desigualdad existente en el mundo como una de las principales causas del hambre. La brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande, y el desperdicio que se produce en algunos lugares contrasta fuertemente con la escasez que se padece en otros. Baste un dato para tomar conciencia: según UNICEF, más del 80 % de las dosis de la vacuna contra la COVID-19 se han administrado en países de renta alta y media, y sólo el 1,5 % en países de renta baja.

La fuente de inspiración y la motivación de “Manos Unidas” es el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Para los cristianos, la dignidad de las personas es sagrada, el amor fraterno nos hace samaritanos los unos de los otros, y la esperanza de llegar todos juntos al cielo guía el desarrollo conjunto de los pueblos.

El nombre de esta ONG católica es todo un programa: unir las manos para acabar con el hambre en el mundo. El reto es tan grande que es necesario tejer redes de solidaridad y sumar esfuerzos internacionales, nacionales, públicos y privados para que nadie se quede al borde del camino, especialmente en una necesidad tan básica como la alimentación. Por eso, “Manos Unidas”, además de hacer llegar la ayuda necesaria con programas, planes y proyectos de desarrollo integral, tiene la misión de dar a conocer la existencia del hambre y del subdesarrollo, y denunciar sus causas globales: los conflictos armados, el cambio climático, el encarecimiento de los productos… Porque no es suficiente “socorrer” puntualmente; es necesario busca soluciones, que tienen que ver con el desarrollo de los más desfavorecidos: desarrollo agrícola, sanitario, educativo y social, con la promoción de la mujer, en todo el mundo.

A lo largo de su historia, “Manos Unidas” ha ido adhiriéndose y potenciando iniciativas, organizaciones e instituciones para llevar a cabo su misión. Pero de nada serviría que hubiese proyectos mundiales, si no hay compromiso y conversión personal.

El lema de este año, “Frenar la desigualdad está en tus manos”, nos invita a unir nuestras manos para acabar con el hambre en el mundo. También nosotros podemos contribuir a que la brecha que incrementa el hambre en el mundo se reduzca. Una forma sencilla de colaborar es participar en el día del ayuno voluntario el próximo viernes día 10 de febrero. El ayuno es una práctica cristiana de solidaridad desde los primeros siglos de nuestra era. Decían los padres de la Iglesia: «Quien no ayuna para el pobre engaña a Dios. El que ayuna y no distribuye su alimento, sino que lo guarda, demuestra que ayuna por codicia, no por Cristo. Así pues, hermanos, cuando ayunemos, coloquemos nuestro sustento en manos del pobre» (San Pedro Crisólogo, Sermón 8).

Con mi bendición,

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres


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