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Barrera: la calle de tapas más cascarilleira

Calle Barrera. Comienza en la calle Bailén y termina en la Estrecha de San Andrés. 34 números. 80 metros. 15001. 

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Del barro al bar

Podríamos pensar que la calle Barrera estaba en otros tiempos rodeada de alambre de espino, pero no. Se dice que se llama así porque estaba llena de barro, o porque había muchos alfareros en la antigüedad. Lo cierto es que en esta vía no hay vestigios de muralla alguna, aunque, si unimos el  nombre de la Barrera al de su vecina La Franja, la imaginación podría trazar una especie de frontera entre el ecosistema hostelero y el resto del mundo.

Porque si por algo se conoce a la calle Barrera es por sus bares. Cada fin de semana las cocinas no dan abasto para despachar tortillas, calamares, tequeños, cocodrilos o tarabelos, entre otros platos que hacen a esta estrecha vía en la especialista, por excelencia, en tapas coruñesas.

Hay uno hasta para los perros, una pequeña caseta con agua en una de las esquinas de la vía.

Cuando despliega su techo de toldos, la Barrera se transforma. La calle peatonal, tranquila y hasta aburrida por el día, pasa a ser el punto de encuentro nocturno de muchos coruñeses, que aprovechan el combo de cenar y tomarse la primera, preferiblemente en las terrazas con mampara. De la calle Barrera y su oferta de bares habla Héctor Cañete, presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de A Coruña :

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Y, ¿cómo duermen?

Pero, sobre todo, el enlosado rosado de la Barrera lo patean día a día sus vecinos. Porque sí, aquí también vive gente y hay algún despacho. Predominan los edificios antiguos que, con alguna excepción, están bien conservados y restaurados. La veteranía ofrece, curiosamente, un extra de protección frente el ruido.

 La Barrera no es, por lo demás, la calle más comercial. Aquí podemos comprar ropa chic o una camiseta heavy, hacer una primitiva o una apuesta deportiva, sacar una foto de carnet o buscar algo en el bazar asiático. Y ya estaría.

Como la mayoría de la zona centro, esta vía es una pesadilla para los repartidores, a los que dejar aquí los barriles de cerveza o las coca-colas supone un reto. En el horario autorizado de acceso no siempre están los dueños de los locales, por lo que, muchas veces, la mercancía se queda fuera.

Losa, piedra y madera son los materiales fundamentales para una calle en la que no faltan las típicas galerías o el modernismo. Destacan las franjas color crema y ladrillo rojo diseñadas a principios de siglo por el arquitecto cubano Boán y Callejas. Se pueden ver en tanto en el número 23 como en la fachada de los antiguos almacenes de San Nicolás, que dan a esa plaza.

La calle Barrera es peatonal desde 1977, y en teoría ahora tiene que caber un coche entre las terrazas. Aunque, cuando mueven las sillas, algunos sobrepasan las marcas en el suelo que delimitan desde hace unos años el límite de seguridad para que pasen los vehículos de emergencia. Conste que en ciertas fechas, como en el Carnaval, no hay chincheta que valga, porque toda la Barrera se une en una marea humana que cobra vida propia.

La Barrera no es aburrida en cuanto a colorido, aunque también tiene una mínima parte de verde, en balcones y en las hortensias que se esconden detrás de los contenedores de la parte final.

Todo se magnifica en esta pequeña pero intensa calle del centro de la ciudad. Todo, menos, aparentemente, una cosa. Con dimensiones tan reducidas… ¿da el sol en la Barrera? Los vecinos juran que sí.

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