Pippen nunca jugó en una burbuja - Con Basket si hay paraíso
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Pippen nunca jugó en una burbuja

Hay una delgada línea entre quedar como una autoridad en una materia o quedar como el abuelo cebolleta que cuenta batallitas incapaz de analizar el presente por lo que es, anclado en el pasado de su gloria, que como todas es efímera.
Cuando la generación de Michael Jordan abre la boca siempre hay que escuchar, es así, protagonizaron historias del deporte del baloncesto que son inamovibles, permanentes, el baloncesto las recordará siempre. Protagonizaron una época, fueron la imagen de la NBA en el mundo, engrandecieron sus el baloncesto, con grandezas y miserias porque no todo fue oro, al contrario, muchas de las gestas se labraron a partir de determinadas derrotas o miserias humanas.
Al fin y al cabo el reto de las conquistas deportivas responde a imperfecciones, anhelos de grandeza y carencias graves. Para entender una gran victoria a veces hay que entender un pequeño drama, o gran drama. Quién sino tiene un apetito insaciable para ganar y ganar, para ser mejor, para tirarse a pelear, para jugar con dolor. Se debe tener una ambición grande para no conformarse. De estas imperfecciones humanas están llenas en ocasiones las grandes gestas del deporte.
Analizar lo que está ocurriendo ahora en el mundo, y por lo tanto en el deporte también, sin la perspectiva necesaria, sin contextualizar las dificultades a las que nos enfrentamos todos, cada uno en su vida diaria, y también los deportistas y los equipos, es un error. Cuando la generación de Jordan habla siempre hay que escuchar, sí, exactamente igual que cuando hablan otros tremendos deportistas que han vivido cosas increíbles, y que saben de lo que están hablando.
Ello no quiere decir que todo lo que digan tenga sentido, o sea acertado, haber sido no significa ser, en esto del deporte. Ser grande no significa tener empatía y ser capaz de analizar en contexto y como queda dicho con la perspectiva suficiente. La empatía es algo de lo que algunos grandes deportistas han carecido. Es lo que se puede pensar al analizar las palabras del ex Chicago Bulls Scottie Pippen, quien ha restado mérito competitivo a la actual final de la NBA, ha dicho que es como un entrenamiento.
Bien, si se mira desde el punto de vista de que no hay público, ni viajes, ni traslados largos hasta el pabellón, claro que no es lo mismo que una final de la NBA de toda la vida. ¿Pero alguien se planteaba esta final o cualquier otro evento deportivo actual como si fueran los de toda la vida? NO, claro que no. Ni es lo mismo nuestra vida en este momento, ni nuestra presencia en los trabajos, ni en el transporte; ni lo que hacemos, ni lo que pensamos ni cómo nos relacionamos.
Hay que echarle un par de balones a la vida en este momento para ser capaces de construir sobre las ruinas de unos seres microscópicos. Nunca algo tan pequeño provocó un destrozo tan grande. Ésta es la realidad, y saben qué pienso, que cada vez que veo un partido de la final de la NBA o de todo el playoff, cada vez que veo un partido de liga ACB, o de Euroliga, o de la liga de fútbol, o de Roland Garros estamos asistiendo a un milagro.
Como tal hay que vivirlo todo, como un milagro. Desde ese punto de vista, desde lo excepcional que supone este reto, continuar como podamos sin que se caiga todo, sosteniendo cada uno su vida, siguiendo adelante, ayudándonos entre todos, desde el punto de vista de una competición que podría no estar celebrándose perfectamente, se antoja algo gratuito, fuera de lugar, frívolo, el análisis del bueno de Pippen.
Además, qué narices, Pippen nunca jugó una de sus finales en una burbuja. Claro que tiene razón en lo de las condiciones distintas y que no existen los condicionantes ambientales y cansancio por los viajes. Pero existen otros. ¿Se ha imaginado Pippen encerrado con su equipo durante dos meses y medio? ¿Cómo hubiera estado su salud mental? ¿Y la de su compañero Denis Rodman?¿Le hubieran sujetado en un resort durante todo ese tiempo sin que se escapara, sin que montara alguna, sin que organizara alguna «visita» o se emborrachara, y fuera expulsado de la competición? Si Rodman ya se fue a Las Vegas en plenas finales para liberar tensión.
Claro que tienen un microcosmos privilegiado los jugadores de la NBA, pero ahí están; ése es el mérito de la mejor liga de baloncesto del mundo, que ha aislado a los equipos, apenas ha habido positivos, ha conseguido una puesta en escena en un pabellón excepcional, sí así de claro, excepcional. Sí, Pippen tiene razón en que no son una finales al uso, ¿quién demonios lo esperaba en mitad de la pandemia? ¿tiene por ello menos mérito el anillo que logren parece que los Lakers o Miami Heat? Si Nadal gana Roland Garros, ¿habrá sido como un entrenamiento? ¿no tendrá mérito? Siendo un milagro lo que se está produciendo en Orlando, Pippen puede decir misa que para eso sabe de lo que habla, pero han sido unos playoffs excepcionales, con partidos mejores o peores, como siempre, pero con actuaciones espectaculares, y con unos Angeles Lakers que están 3-1 contra Miami. De que Miami tenga problemas físicos y esté dando para lo que da no tienen la culpa los Lakers que hacen su trabajo.
Ya dijimos aquí que a pesar del antihéroe Butler y el gran esfuerzo de Miami en el tercer partido, iba a ser muy difícil que se le escapara a los Lakers el que puede ser anillo más especial de su historia, no el mejor, todos los son, sino el más especial. Sobran los motivos, hay una misión sagrada que es honrar a Kobe.
Pero como dice Lebron el trabajo no está hecho. En el cuarto partido Lebron y Davis no empezaron de la mejor manera, Miami dejó la defensa zonal y trabajó más indivualmente. Iguodala volvió a tapar a Lebron que volvió a tener muchas pérdidas. Pero la segunda parte fue otra cosa, Davis había estado vigilando por cierto a Butler, la estrategia era que no volviera a machacarles en la pintura como en el tercer partido. Vogel movió ficha, como Butler no es un gran tirador de larga distancia, puso a Davis o Markieff a empujar hacia afuera a Butler.
Para decantar la balanza volvió a aparecer el dúo histórico, Lebron-Davis, que fueron decisivos en anotación, además de una gran defensa de nuevo de los angelinos; como siempre con alguna aparición necesaria, Rondo volvió a ser clave en intangibles y esta vez Caldwell-Pope fue quien apuntaló en los minutos finales una gran victoria.
Los Lakers están cerca de igualar a Boston como los más grandes, 17 anillos, pero el trabajo no está hecho, ya lo dice Lebron. Un trabajo al que Pippen resta mérito aunque no haya vivido nunca lo que están viviendo los actuales jugadores de la NBA, o simplemente porque ya no es su momento.

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