Con el cierre de la temporada 2023, entramos en este periodo que en el mundo del toro ya consideramos invierno. Ese tiempo quimérico del que se habla durante la temporada en el que los problemas que acechan al sector serán abordados. Eso decimos todos y todos también sabemos que solo es una frase hecha.
El invierno solo sirve para que la tauromaquia entre en un letargo funcional donde nadie mueve un dedo. Un tiempo en el que antaño los toreros partían rumbo al nuevo continente para hacer eso que llamaban las ‘américas’ y ahora solo unos pocos lo hacen para torear en las cada vez más menguantes plazas del centro y Sudamérica.
El invierno taurino es la calma chicha. Tiempo de dimes y diretes, de bulos y fake news más o menos interesadas sin que haga falta que llegue el tradicional día de los inocentes. De eso que llaman ‘enredar’ y que tan bien se les da a los taurinos.
Pero de abordar de forma seria los problemas que nos acucian, nada de nada, no esperen nada. Aquí nadar y guardar la ropa, quedarnos como estamos que no es poco y esperar que la política no nos arañe nada de lo que aún conservamos. Y así nos va.
Mientras tanto, este pasado fin de semana debutó con picadores aquí en España Marco Pérez. La penúltima esperanza del mundo del toro. Ese mirlo blanco que algunos ven ya como la futura figura del toreo que llene las plazas y los bolsillos de los que pululán a su alrededor.
Son muchas las esperanzas que se han disparado después de su deslumbrante actuación matinal el pasado día de San Isidro en Las Ventas, tras su debut con picadores en Istres y su primer paseíllo en España este pasado fin de semana en Arenas de San Pedro.
Ni es el salvador o el nuevo mesías, como dicen unos, ni es un fraude o un invento de escaso recorrido, como defienden otros. Es un novillero. Un novillero con toda una carrera y un futuro esplendoroso por delante.
Dejemos a Marco que se haga adulto primero y torero después. Dejemos que las manos que dirigen su carrera tomen las decisiones que le hagan madurar dentro y fuera los ruedos. No hagamos de él un juguete roto por culpa de intereses particulares y aventuras cortoplacistas.
Marco deberá curtirse como cualquier novillero viéndose las caras con sus iguales de escalafón, comenzando a ser conocido en plazas que apuestan por las novilladas y después, cuando todo caiga por su propio peso, abordar tareas mayores. Las prisas… como ya sabemos y dice el refrán…. Pues eso… y Marco, no es mal torero. Lo demostrará. Pero tiempo al tiempo.