Alfaro sufre los primeros días de confinamiento con una mezcla de impotencia y frustración

Los alfareños tienen la sensación de estar pagando justos por pecadores como consecuencia de la irresponsabilidad de un puñado de egoistas

Carlos Cuartero

Tiempo de lectura: 2' Actualizado 12:31

Impotencia y frustración son los sentimientos que quizá definan mejor el estado de ánimo de los alfareños en este miércoles, 9 de septiembre, primera jornada laboral tras el confinamiento obligatorio de siete días decretado el pasado lunes por el Gobierno de La Rioja.

La sensación de estar pagando justos por pecadores como consecuencia de la irresponsabilidad de un puñado de egoistas, se ha extendido entre los más de 9.500 vecinos de una ciudad que parece haberse transformado en una especie de laboratorio experimental, en el que la realización de test masivos a la población se ha saldado, cómo no, con un elevado porcentaje de afectados por la COVID-19.

Es lógico. A más pruebas realizadas, mayor número de positivos.

Ahora bien. ¿Por qué la decisión del Ejecutivo regional de cerrar Alfaro no se produjo inmediatamente después de la realización de los más de 5.000 PCR entre sus habitantes? ¿Por qué esperar una semana para hacerlo?

Parece ser que las explicaciones ofrecidas por algún responsable de la consejería de Salud en el día de ayer no dejan satisfecho prácticamente a nadie. Y más cuando no dejan de producirse irregularidades relacionadas con las personas que dieron positivo en su día y ya han finalizado su cuarentena. De hecho, hay afectados a los que se les ha dado el alta sin la realización de una segunda y definitiva prueba que descarte la presencia del virus en su organismo.

La guinda del pastel ha llegado esta misma mañana tras el más que previsible atasco registrado en el único acceso a la ciudad, protagonizado por decenas de conductores que acudían a sus puestos de trabajo y que han llegado tarde como consecuencia de una planificación manifiestamente mejorable.

Resulta evidente que la improvisación es una pésima compañera de viaje para todos aquellos responsables de la gestión pública, de quienes en absoluto se duda en ningún momento de su buena voluntad. Ahora bien, las buenas intenciones no son suficientes cuando está en juego la supervivencia de toda una ciudad, con sus habitantes, negocios y empresas incluidos. Es necesario gestionar de la manera correcta y saber asesorarse debidamente para evitar situaciones como las que, desgraciadamente, nos toca vivir a los alfareños.