OPINIÓN

Las Divinas palabras de Ernesto Medina. Hoy: El tren de la bruja

Ernesto Medina Rincón

Ernesto Medina Rincón

Tiempo de lectura: 2 Actualizado 17 mar 2023

Si el cielo no se ha desplomado antes sobre nuestras cabezas o no hemos sido abducidos por el agujero de la capa de ozono, a su debido tiempo llegará octubre. Mes en el que Jaén celebrará una feria que no es feria, pero se le parece. Son -y habrá que conformarse- los avatares de la epidemia. Se pretende que haya cacharricos. Para solaz de los pequeños y dispendio de los progenitores. Tiempo hace que no frecuento esta zona del ferial, razón por la que ignoro si sigue existiendo “el tren de la bruja”. Era una atracción muy simple que, sin embargo, para ciertas edades se convertía en la reina de los cachivaches. La gracia estaba en que del túnel por el que pasaban los vagones inopinadamente salía una bruja con escoba de paja y dando gritos. El susto, sabido y simple, funcionaba. No había niño que no les suplicara otro viaje a sus padres.

“El tren de la bruja” de mi infancia fue el embrión de “el tren de los sustos y desafueros” que los giennenses vivimos en la actualidad. Aquella simpática diversión de feria se ha convertido en un monstruo voraz que en Jaén no deja títere con cabeza. Las últimas noticias ferroviarias son espeluznantes. Y aunque también conocidas y reiteradas, no dejan de provocar el bochorno y la ira.

La propaganda gubernamental vende como un logro la conexión de Jaén a la Alta Velocidad vía Córdoba, transbordo incluido, para ahorrarnos veinte míseros minutos a Madrid. Los optimistas -o embaucadores- alcaldes de Jaén y Granada piensan crear una comisión que estudie la propuesta de solicitar al Gobierno de España la conexión férrea entrambas ciudades. Por otra parte, algo he oído sobre un nuevo tren nocturno a Barcelona que más tengo por cuento de Harry Potter que por realidad.

Conste que lo expuesto no son quejas. La ausencia de tren nos evita el farragoso debate del soterramiento a su paso por la ciudad; la discusión sobre la ubicación de la estación intermodal y otras vainas similares. Nos ahorramos también el desagradable espectáculo de las cargas policiales si un día nos diere por cortar las vías del tren, pues, ¿qué pretenderíamos cortar si hasta podíamos montar tiendas de campaña antes de que pasara una locomotora? De accidentes ferroviarios ni hablamos. La posibilidad de tal suceso es inferior a que nos toque el bote de la primitiva.

Sepan, dilectos oyentes, que nos quejamos de vicio. ¿No tenemos el tren de la bruja una vez al año? Pues que nos den.

Palabras, divinas palabras