Parque Nacional de las Lagunas de Ruidera

 EFE

Tiempo de lectura: 3' Actualizado 08 jul 2018

En esto, descubrieron un oasis que hay en aquel campo; y, así como don Quijote lo vio, dijo a su escudero:

–La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear.

Frente a los ojos del Ingenioso Hidalgo el humedal más bello de la Península Ibérica, el Parque Nacional de las Lagunas de Ruidera, una belleza paisajística en mitad del Campo de Montiel.

La aventura puede comenzar en el lugar donde acaeció el encantamiento más intenso y famoso de la literatura universal, la Cueva de Montesinos. Don Quijote avistó prados, un hermoso castillo de paredes transparentes y a Montesinos en persona dentro de una cavidad subterránea que hoy alberga restos arqueológicos que sitúan actividad humana, quizá la del propio don Quijote, en esta cueva desde tiempos remotos.

Antes de que el mercurio supere cualquier previsión podemos disfrutar de la senda del Pie de Enmedio, una ruta circular de seis kilómetros de longitud en la que bordeando lagunas nos asomamos a las magníficas panorámicas que brinda este Parque Natural. Nos adentramos en el parque para conocer a las más de 250 especies de vertebrados que lo habitan, mientras que las encinas y las carrascas, que visten a esta joya de interior que se ha visto agasajada este año con unas intensas lluvias primaverales que hacen de sus cascadas un precioso reclamo fotográfico, nos envuelven.

El siguiente camino, ya cuando Lorenzo aprieta de verdad, nos llevará a pie del espectáculo visual que componen los 15 lagos que conforman el parque (Laguna Blanca, Laguna Conceja, Laguna Tomilla, Laguna Tinaja, Laguna de San Pedro, Laguna Redondilla, Laguna Lengua, Laguna Salvadora, Laguna Santos Morcillo, Laguna Batana, Laguna Colgada, Laguna del Rey, Laguna Cueva Morenilla, Laguna Coladilla y Laguna Cenagosa). Quince lagos, quince lagunas donde sumergirnos y refrescarnos.

A la hora de yantar, unos “duelos y quebrantos”, plato tradicional de la cocina manchega, cuyos ingredientes principales son huevo revuelto, chorizo y tocino de cerdo entreverado; la mejor forma de coger fuerzas para lo que nos queda por delante.

Y cuando el sol comienza a caer, nada mejor que visitar los alrededores que se caracterizan por un patrimonio arquitectónico de primer orden como el Castillo de Peñarroya, el Castillo de Alhambra o El Lugar de la Mancha, Villanueva de los Infantes.

Así echamos el cierre a nuestro día, una jornada en la que hemos descubierto un lugar que, sin duda, destacaríamos y añoraríamos si lo encontráramos en los confines del mundo y que tenemos tan cerca, aquí, en España, en Castilla-La Mancha, en el centro de la Península Ibérica entre las provincias de Ciudad Real y Albacete.

Y precisamente en la provincia de Ciudad Real nos tenemos que quedar si queremos seguir descubriendo regalos de la Naturaleza. Llegamos a un humedal prácticamente único en Europa, el último representante del ecosistema denominado tablas fluviales antaño característico de la llanura central de nuestra Península, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.

Las Tablas mezclan las características de una llanura de inundación, producida por los desbordamientos de los ríos Guadiana y Gigüela en su confluencia, con la de un área de descarga de aguas subterráneas procedentes de un acuífero de gran tamaño, lo que provoca una gran cubierta vegetal donde las aves acuáticas hayan su hábitat ideal.

Antes de adentrarnos en Las Tablas nos situaremos en El Molino de Molemocho donde conoceremos todo aquello que nos vamos a encontrar, flora y fauna, amén de los tres senderos (Isla del Pan, Laguna Permanente y Torre de Prado Ancho) en los que podremos recorrer este enclave.

Aves como las garzas, somormujos, patos colorados o porrones europeos ocupan intensivamente el parque convirtiéndolo en un observatorio de importancia internacional. Sin olvidarnos de un paisaje también único con los tarayes como únicos árboles.

Elegimos el sendero de la Isla del Pan que nos ocupará buena parte de la mañana. Es un circuito que recorre varias islas en la orilla más oriental de Las Tablas, de las más de 30 que existen en el Parque Nacional. Nuestros pasos nos guiarán por las pasarelas y puentes de madera que lo conforman.

Inmersos en la Isla del Pan, nos encontraremos un bosquete de tarayes donde anidan el pito real, la abubilla, el búho chico o el jilguero.

Este itinerario se conecta opcionalmente con la Laguna de Aclimatación. En silencio observaremos a la familia de anátidas que se pueden encontrar en las Tablas de Daimiel durante todo el año.

En el descanso del viajero, una olla podrida para ganar energía, y unos porrazos para endulzar el camino.

Y tras conocer otro paraje que pronto recomendará a sus amigos, Daimiel nos regala otro monumento al viajero, un lugar donde han sido muchos los que buscan los orígenes de la mítica Atlántida, la Motilla del Azuer.

-Pero de eso ya hablaremos otro día, Sancho.